29 noviembre, 2020

No hay Dios como nuestro Padre: Mc 13, 33-37

“Señor, tu eres nuestro Padre;

nosotros somos barro y tú el alfarero;

todos somos hechura de tus manos”

(Is 64, 7).

El adviento es el tiempo litúrgico que nos ofrece la Iglesia para reavivar la esperanza, que pudo verse opacada este año por las situaciones dolorosas, extrañas e inexplicables que han acontecido. Es el tiempo de prepararnos para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Popularmente dijéramos para celebrar el cumpleaños de Jesús de Nazaret, debemos limpiar la casa, corazón (evaluar nuestra vida) y adornarla con las virtudes más necesarias en la vida del cristiano.

No es que nuestras obras nos hagan ganar, o perder gracia, no debemos entenderlas así, las obras son el fruto de la gracia de Dios Padre sembrada en el corazón, y nuestro agradecimiento se muestra en el mandamiento del amor concretizado en nuestra vida. Negarnos a practicarlas con alegría y amor, es negarnos a encontrarnos con Dios, es enterrar el talento recibido, es negarnos a crecer. No olvides que el Padre sale al encuentro de quien practica la justicia y procura una vida digna, no para sí tan solo, sino para todas las criaturas.

En el ocaso de la vida, al igual que en los centros educativos, realizan evaluaciones finales para el cierre de asignaturas (algo que poco gusta). Así, en nuestra vida es justo y necesario evaluar nuestro corazón, preguntarnos seria y sinceramente: ¿cuánto he amado, con cuánto amor me entregué en el servicio de mis prójimos? Esto requiere estar despiertos, en vela porque no sabemos el día ni la hora, vitalizar la esperanza es encarnar el adviento.

Por tanto, este primer domingo de adviento, la invitación es clara, no perdamos el tiempo en cosas superfluas, en aquello que no cultivan la vida humana y espiritual. El llamado es claro y directo, prepara el corazón que el dueño de la casa llegará cuando menos lo esperas y, te pedirá cuentas; preparemos el camino al que viene pronto y viene con el amor y la misericordia por delante.

María es una figura central en este tiempo de esperanza atenta y activa, ella, se dispuso, escuchó la Palabra con su corazón y aceptó darle carne y vida al Verbo eterno del Padre. La Madre camina con nosotros y nos orienta el horizonte, te recuerda a cada momento, no te pierdas, recuerden “hacer lo que él les diga”. Feliz domingo, Todo es presencia y gracia.


21 noviembre, 2020

Nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo: Mateo 25, 31-46

 “Lo que hayan hecho a uno solo de éstos, mis hermanos menores, me lo hicieron a mí” (Mt 25, 40).

Con esta fiesta de Cristo Rey del universo, estamos finalizando el año litúrgico y nos preparamos para empezar el adviento. Las lecturas de este día nos invitan revisar nuestra vida, y preguntarnos, cuánto bien hemos hecho por medio del Evangelio que este año se nos ha regalado. Dios no condena a nadie, el evangelista quiere que sepamos distinguir lo bueno de lo malo y nos apartemos de ello.

Estamos viviendo una pandemia, mucha gente lo ha perdido todo por el paso de huracanes por nuestros países de Centroamérica. Ante ello, la Palabra nos interpela e invita a revisarnos, qué tan prójimos hemos sido para con estos que lo han perdido todo, pero no solo estos sino con todos aquellos que en la sociedad no tienen un lugar. No es que queramos ganarnos a Dios dando a los demás, sino ser signos de justicia compartiendo y acogiendo al otro con amor independientemente de ser cristiano o no.

Es momento de revisar nuestro caminar de cristianos, qué tan coherente hemos sido con todo lo que Dios ha puesto en nuestras manos para que lo administremos. Se nos invita a discernir como lo hace el pastor, lo mismo que hace el campesino al recoger su cosecha pues escoge los granos buenos de los malos. Entonces, qué cosas buenas hemos aportado a este mundo, saquemos nuestros frutos y presentémoselos al Señor, como signo de gratuidad por confiar en nosotros.

Los justos son aquellos que tienden una mano amiga al hambriento, al sediento, al forastero, al denudo, al enfermo.  Son justos porque al ayudarlos se hacen partícipes de sus luchas denunciando un sistema injusto que les oprime y los descarta. No son justos por ser cristianos o por compartir sin más con el necesitado. Son justos porque no pasan de largo ante su realidad. Que la comodidad y el egoísmo no tengan cabida en nuestros corazones, desechemos toda arrogancia y dispongámonos a ayudar a quienes nos necesitan.

No caigamos en el pecado de omisión, recordemos que “lo que hayan hecho a uno solo de éstos, mis hermanos menores, me lo hicieron a mí”. Que al final, no terminemos cobrando lo que hemos hecho, sino que sea gesto del amor gratuito que de Dios recibo y lo comparto gratuitamente. Entonces que nuestro distintivo de ser Hijos de Dios sean las buenas obras para con nuestros hermanos y hermanas que nos necesitan. 

15 noviembre, 2020

LOS TALENTOS DEL REINO: Mt 25, 14-30

 

Hoy en el Evangelio nos encontramos con otra comparación de Jesús sobre el Reino de Dios, parábola que todos conocemos y que muy a menudo citamos en ciertas ocasiones de nuestra vida cristiana. Un momento propicio para meditar esta Palabra liberadora en este contexto de ciertos temores misioneros por la pandemia y los huracanes y, sobre todo, que nos ayudará para comprender mejor a la luz de la Sagrada Escritura, lo que Dios quiere que hagamos en nuestro derredor.

Los talentos, denarios o millones, términos que encontramos en varias traducciones de nuestra Biblia, hacen referencia a una buena cantidad de dinero o fortuna valiosa. Jesús, valiéndose de este recurso parabólico quiere instruir a sus discípulos en la comprensión del Reino del Padre que ya está presente en el mundo; cosa que muchos piensan que se da una vez partimos de este mundo, el día del juicio final. No, es así. Entonces, ¿cómo podemos entender este Reino en este mundo lleno de injusticias y de tantos desastres naturales? En eso nos vamos inmiscuir con esta breve reflexión.

Un hombre se va de viaje y llama a tres sirvientes y les reparte, según su confianza, los talentos, sus bienes. Mateo, nos describe que al primero le dio tres, al segundo dos y al tercero uno. Cuando vuelve este hombre de su viaje, los llamó y les pidió las respectivas cuentas. El primero multiplicó por tres lo encomendado por su señor, el segundo de igual forma le devolvió el doble y, por esta hazaña, a los dos primeros los alagó y felicitó por su trabajo, esto hizo que se ganaran aún más su confianza. Hasta aquí todo parece ir bien, pero cuando llega al tercero, este se justifica de que no produjo nada por temor a las reprimendas del amo y escondió el denario; el señor se molestó y lo amonestó fuertemente, por su incapacidad de multiplicar lo confiado.

 La moraleja de todo esto radica en que, el amo que es Dios, nos ha confiado sus talentos, sus dones, para que en este Reino que acontece con tantas vicisitudes de la existencia, demos y multipliquemos en medio de la precariedad. Como sirvientes del Señor no podemos tomar la postura del tercer sirviente, que se vuelve perezoso y esconde el denario, el don que Dios le ha dado se lo ha quedado para él solo. Este pasaje evangélico, es una invitación radical a fructificar lo recibido por Dios, más en este contexto donde muchas personas han perdido todo por el huracán; tenemos que ser solidarios multiplicando de lo que tenemos para que cuando rindamos cuanta ante el amo demos según lo recibido por Él. El Reino de Dios lo tenemos que construir nosotros mientras viene el Señor a pedir cuentas de cómo hemos administrado sus bienes.

Ante esta experiencia tenemos dos actitudes con las que debemos de identificarnos, ser precavidos como los dos primeros sirvientes o refugiarnos en la seguridad estéril de la vida, llena de egoísmo como el tercer sirviente del Evangelio de hoy. Hermanos y hermanas, seamos entonces diligentes y atentos mientras estamos en este mundo, que el Reino de Dios lo hagamos posible con acciones concretas de amor, fidelidad, solidaridad, servicio y fraternidad. Solo así podremos fructificar lo recibido. ¡Feliz domingo!


07 noviembre, 2020

EL TIEMPO ES DE DIOS: Mt 25, 1-13

El texto del Evangelio de este XXXII domingo del tiempo ordinario, nos va preparando para el tiempo litúrgico que se aproxima, el adviento. Un pasaje que todos y todas hemos hecho famoso por su mensaje predictivo del Reino de Dios, con la comparación didáctica de las diez jóvenes con sus lámparas y el aceite, cinco prudentes y cinco desentendidas.

Más allá de hacer interpretaciones apocalípticas de este texto, me adentraré a meditarlo desde la experiencia que en él se describe, el Reino de Dios se parece a; este recurso comparativo, utilizado por Jesús, nos pone de manifiesto algo más profundo para la vida discipular y misionera que cada uno, cada una, debe ir gestando desde la interpretación correcta de los signos de los tiempos.

Ahora bien, recordemos la experiencia del pueblo de Israel, que, desde antiguo relacionan a YHVH como el esposo de esta tierra elegida, Dios se desposará con Israel y la hará suya. Una analogía que identifica el sentido de la alianza que esta entidad ha hecho con una nación. No obstante, para los judeocristianos también la figura de Jesús viene a representar esta misma historia, el esposo de la Iglesia y, que llega sin que se den cuenta los poderosos de Israel. Pero, más allá de esta hermenéutica, es necesario entender que el texto hace referencia a un futuro próximo, futuro que puede ser hoy, mañana o pasado, es incierto; pero si algo es seguro es que el esposo de la fiesta llegará en cualquier momento y las jóvenes invitadas debían estar preparadas.

Cinco de las 10 jóvenes que aparecen en el Evangelio de hoy, están preparadas con sus lámparas y los insumos de aceite requerido para mantenerlas encendidas a la espera del novio en la noche; las otras cinco no fueron provisoras, solo contaban con el aceite que cargaba la lámpara, pero no previeron para más noche a la llegada del esposo. Cuando llegó el esposo solo entraron las cinco provisoras y las otras cinco, por ir a buscar aceite, se quedaron excluidas de la fiesta. Esto describe el texto del Evangelio, pero acerquémonos ahora a una posible interpretación.

Vivimos un contexto bien accidentado por la pandemia, el huracán Eta, ciclones de intensas lluvias en el pacífico centroamericano, enfermedades virales, etc., un sin número de escenas que parecieran sacadas del libro del profeta Daniel o el Apocalipsis; incluso, muchos llegan a pensar en el fin de los tiempos. Lo cierto es que, la invitación de este texto es única, estar preparados con los insumos necesarios como las cinco jóvenes prudentes a la espera del esposo; estar listos es la actitud que se nos pide hoy, listos no para una destrucción masiva o algo parecido. Debemos estar listos para ser solidarios, fraternos y serviciales con el esposo que está presente en este reino de injusticia social, nuestra realidad de sufrimiento y dolor; ese Reino que debemos construir con prudencia sabiendo tener el suficiente aceite para ayudar a nuestros hermanos que sufren los embates de estas calamidades del 2020. El Reino de Dios es aquí, en la fiesta del banquete que acontece cuando el esposo llega de improvisto a nuestra vida, nuestra realidad y contexto, en los suburbios de nuestra vida. Por eso, estar atentos es una exigencia discipular, porque no sabemos el día ni la hora en que llegará nuestro juicio final, el día en que me juzguen en el amor, así lo decía nuestro gran amigo, misionero, obispo y profeta Pedro Casaldáliga, cmf, Q.E.D., “al final del camino me dirán: ¿has vivido?, ¿has amado? Y yo, sin decir nada, abriré mi corazón lleno de nombres”.

Que el Señor nos conceda la gracia de vivir con la esperanza siempre puesta en Él, porque siempre es fiel y viene cada vez que hacemos lo que Él nos pide. ¡Feliz domingo!

01 noviembre, 2020

Se quiere nuevos modelos de santidad: Mateo 5, 1-12ª


El texto del Evangelio de hoy es una lectura muy conocida por todos nosotros, ya que trata sobre el Sermón de la montaña o la Bienaventuranzas. Su intención es hacer referencia a todo aquello que posibilita dar señales de la presencia del Reino, aquí y ahora en nuestro tiempo, y lo que nos hace felices para ser buenos cristianos y cristianas que hemos optado por la propuesta de Jesús de Nazaret.

Las primeras cuatro Bienaventuranzas constatan situaciones por las que el Reino irrumpe; en las cuatros últimas los invito que pongamos un poco más de atención, ya que propone actitudes que nosotros sus discípulos y discípulas; misioneros y misioneras, debemos potenciar las bienaventuranzas para poner de manifiesto la presencia del modelo del Reino que Jesús nos ha invitado construir.

Queremos santos y santas que vivan en sintonía con lo que sucede en nuestro entorno, que no deben de renunciar en su forma de vivir, pensar y expresarse de este siglo,  sino que se apoderen de él y desde ahí ser nuevas formas de ser cristianos, nuevas formas de evangelizar y sembrar/encarnar la Palabra de Dios.

Queremos más santos y santas que sean valientes, salgan a las calles y utilicen todos los medios posibles para desarrollar sus vidas como buenos humanos y cristianos. Y veremos que seremos felices cuando seamos injuriados, perseguidos, calumniados y considerados locos, así mismo, como le pasó a Jesús de Nazaret. Resumo mi meditación con el siguiente poema:

Nos faltan héroes

Nos faltan héroes, Señor,
nos faltan héroes…
Que te vean entre los pobres
y nos griten
y los señalen…
¡ES EL SEÑOR!

Nos faltan héroes que te vean
en los que huyen,
en los hambrientos,
y que nos griten que Dios está en los pequeños,
y en los perseguidos,
y en los silenciosos…

Nos faltan héroes, Señor, nos faltan héroes…
que nos animen a salir a la calle
a gritarle al mundo que estás
escondido entre las mantas
de una mujer abandonada…
nos faltan héroes.

Hemos visto a un héroe,
que rezaba de rodillas.
Hemos visto a un héroe
que animaba con la voz a los sin voz.

Hemos visto a un héroe, Señor,
hemos visto a Pedro de rodillas,
hemos visto a un héroe…
que se dejó la vida,
y la oración,
y el corazón
en los más pobres.

(Antonio Ordóñez, sj)


28 octubre, 2020

UN SÍ PARA SIEMPRE: Crónica de la Profesión Perpetua

En el contexto de la celebración de los 150 años de la pascua de nuestro fundador, San Antonio María Claret, el pasado sábado 24 de octubre, hicieron su profesión perpetua cinco de nuestros hermanos de último año de teología: Jorge Luis Rodríguez Hernández, Orlan Antonio López Ramíres, David Martínez Gómez, Josué Edilberto Lemus Cruz y Bismark Sánchez Córdoba, cmff. Fue una fiesta llena de emociones y llena de signos, que, a su vez nos hicieron ir a nuestras raíces, la identidad netamente claretiana.

Desde un día antes de la solemnidad, los nuevos profesos llenos de alegría por el paso que darían, fueron a practicar a la parroquia Corazón de María, la fórmula de la profesión y los pasos a seguir en la liturgia eucarística al día siguiente.

A pesar de las vicisitudes del contexto pandémico que vivimos, fue un acontecimiento único y especial. El 24 de octubre, ya listos para la Santa Eucaristía, el templo estaba lleno, con toda su capacidad de asistencia según el protocolo de salubridad por el Covid-19 (150 personas). Todos en su mayoría eran religiosos y religiosas de las Nuevas Generaciones CONFRES (Conferencia de Religiosos/as de El Salvador); también nos acompañaron laicos y laicas de Usulután, San Salvador, y de otros lugares con quienes los estudiantes han trabajado en sus apostolados durante los últimos años de su formación inicial. La asistencia de los padres de Usulután, Joaquín González y Hugo Asturias, cmff, fue de mucha cercanía para con la casa formativa y los asistentes.

La misa fue presidia por el P. Carlos E. González Burgos, cmf, prefecto de formación para Centroamérica, de sus manos recibieron los Votos Perpetuos en nombre del P. Ismael Montero, cmf, provincial. Fue un momento muy emotivo cuando cada uno leyó su consagración para siempre. La distancia de sus familiares y demás personas que deseaban estar presente, no se hicieron esperar, pues desde las redes manifestaron su sentir comentando en la transmisión en vivo de la Misa, su alegría de verlos dando un sí definitivo fue evidente en los mensajes de ánimo. El P. Carlos en su homilía, recordó cuál es nuestra vocación en el pueblo de Dios, "el ministerio de la Palabra, su escucha como María y su anuncio como Claret"; instó a los jóvenes profesos que "el seguimiento a Jesucristo es radical, con opciones claras sin pretensiones y sin temores. Es un sí perpetuo hasta que el Reino de Dios alcance su plenitud, para eso fuimos fundados como misioneros desde el sentir de Claret y todos los claretianos que nos han precedido"

Los padres claretianos de la Iglesia Corazón de María de Escalón se mostraron cercanos al brindar el 
espacio de la parroquia y seguido el almuerzo con todos los invitados en la escuela. Guardando la mayor distancia posible, pudimos celebrar y compartir con todos los invitados la alegría de la consagración de los nuevos profesos de la Congregación. Dieron su sí de pobreza, obediencia y castidad para siempre en un tiempo difícil de pandemia y extrema pobreza; ¡grandes retos asumirán nuestros cinco hermanos cuando sean destinados a la misión permanente!, por eso seguimos orando por las vocaciones para que todo esto sea fruto de nuevas vidas enamoradas de las almas y la mayor gloria de Dios. Sin duda alguna, fue una profesión fuera de lo normal, rica de emotivas vivencias y de encuentro extraordinario con los demás.

Por: E. Fabio A. Rivas G., cmf; San Salvador, 24 de octubre de 2020.




17 octubre, 2020

Una respuesta respaldada por la vida: Mt 22, 15-21

 

            El texto del evangelio que nos ilumina en el XXIX domingo del tiempo ordinario, Mateo nos da a conocer las consecuencias del quehacer misionero de Jesús, motivo por el cual las autoridades estaban inconformes; para ello quieren poner a prueba a Jesús, haciéndole preguntas provocativas, con el afán de hacerle caer en posturas o actitudes que iban contra la ley, todo con la intención de saber si Jesús estaba a favor o en contra de pagar el tributo a los romanos.  Todo bajo la apariencia de estar a favor de Jesús y, por lo tanto, fidelidad a Dios y a la religión.

            Ante tal situación, aparentemente y según los planes de las autoridades judías, Jesús estaba en un callejón sin salida; por el hecho, que, si la postura de Jesús era la de pagar el tributo, encontrarían la razón suficiente para poder acusarlo de estar aliado con Roma y, por tanto, sería considerado enemigo del pueblo. Entonces, si decía que estaba en contra del tributo que se le daba al César, esto sería motivo para acusarlo ante las autoridades romanas como un subversivo.

            El evangelista, nos presenta a Jesús con la audacia y la capacidad para dar una respuesta asertiva y clarificadora, para ello se da cuenta de la hipocresía de los fariseos y herodianos. Es evidente que Jesús, quiere responder de la mejor manera, dando una respuesta clara y comprometida: “Den, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22, 21).

            Jesús nos sigue invitando a no responder desde una ideología, sin medir las consecuencias de nuestras afirmaciones, ya que muchas de ellas, ponen en peligro la vida o la conciencia de los más vulnerables y débiles. Es Jesús quien nos sigue hablando desde su experiencia personal con Dios y desde su fe, buscando revelar aquella verdad integral que da sentido a nuestras vidas, a las opciones y a las acciones; por el hecho, que Él no se ajusta al orden establecido, sobre todo, cuando se acentúa la desigualdad, la injusticia o la inequidad.

            Hoy podríamos hacernos una pregunta esencial: ¿De quién es la imagen que está grabada en mi corazón? ¿De Dios o del César? El corazón es una realidad más radical que una moneda. La imagen acuñada en el corazón es la que configura en toda persona una forma de vida, una forma de espiritualidad y una forma de compromiso con la realidad.

 


10 octubre, 2020

XXVIII domingo del tiempo ordinario Reflexión del Evangelio de Mt 22, 1-14


           El evangelio nos presenta en forma de parábola, en lo que consiste el Reino de los cielos y lo que implica el participar de Él. Como punto de partida, está la invitación a participar del banquete exquisito como lo describe el evangelista. Pero no es simplemente un banquete, es el símbolo de unidad, la fraternidad y el sentido de familiaridad. Dios es como un Padre amoroso, o como la madre que se preocupa por sus hijos, pero estos no valoran su amor y sacrificio. Es decir, se olvidan del amor y se van tras sus caprichos que les hacen perder esa identidad de hijos e hijas.

            La propuesta del Reino que hace Jesús, es diferente a los reinos de este mundo que se construyen a base de violencia, manipulación, exclusión, xenofobia, etc., signos claros del anti-reino. El Reino de Dios por su parte, exige solidaridad entre los hermanos. En este Reino no cabe la exclusión social, la marginación o el rechazo, porque todos somos hermanos.

            Lamentablemente, vivimos en un mundo, donde la propuesta evangélica desaparece porque nos afanamos en satisfacer nuestros intereses sin importar el sufrimiento de los otros. Somos tan egoístas, que nos encorvamos, así lo dirá el teólogo Dionisio Borobio, que no somos capaces de levantar la cabeza para ver el sufrimiento de las otras personas. Nos entorpecen nuestros intereses mezquinos, que no hay interés por el  prójimo. No hay actitud de palpar la miseria de nuestros hermanos, muy contradictorio a la actitud del rey que se esfuerza para ir a buscar y optar por los desechados.

            Las actitudes antes mencionadas, nos llevan a la autoexclusión del banquete que Dios nos tiene preparado. Dichas actitudes bloquean el compromiso cristiano, por tanto, no dejan encarnar el Evangelio de Cristo, pobre entre los pobres. Estamos viviendo momentos difíciles, cuestiona si el lamento de nuestros hermanos no nos dice nada, cuidado nos pasa como el personaje que no llevaba el traje de gala, el traje del amor y la misericordia. Dios nos llama siempre, a buscar la unidad y, por tal razón, debo evaluarme qué hago para promoverla, qué hago para que el otro y la otra se sientan parte de este Reino.

            Que este evangelio, nos ayude a ser más hermanos. Les invito a reflexionar en torno a estas preguntas: ¿A qué nos desafía este Evangelio? ¿Somos de los que excluimos o somos de los se ponen en camino para ver la miseria del otro? ¡Feliz domingo para todos y todas!

03 octubre, 2020

Dios, ha plantado una viña, una comunidad, nueva: Mateo 21, 33-43

 

    El Evangelio de este domingo, nos propone la parábola de los viñadores homicidas y está en continuidad con los textos del Evangelio de Mateo, que, muestran las polémicas de Jesús con los dirigentes judíos antes de la pasión, viniendo a poner el punto final de una polémica que comenzó en Galilea.

          En la redacción y sentido de esta parábola, juega un papel importante que identifica claramente a los viñadores con los jefes del pueblo. El "nosotros" del versículo 43, indica que los dirigentes religiosos del judaísmo, rechazando a Jesús, han perdido su última oportunidad de dar a Dios lo que correspondía y, de esa forma, han arrastrado a todo el pueblo en su infidelidad.

          Esta parábola con sus transformaciones en la comunidad cristiana, después de la pasión de Jesús, es una puerta abierta siempre a la conversión, a la esperanza.

          Los hombres que en tiempos de Jesús aguardaban, entonces, que se diera en su generación la irrupción de un mundo nuevo e inaudito, se percataron de que aquella parábola iba por ellos y no quisieron aceptar que el tiempo nuevo había llegado con aquél profeta que hablaba de aquella manera.

          Quien entiende que esta parábola nos introduce en un mundo donde sólo hay vida cuando no se vive a costa de otras vidas, habrá dado con esa puerta abierta a la esperanza, a la fraternidad, a la paz y a la justicia.

          Sabemos que la realidad última, para la fe cristiana, es Dios mismo, pero como Dios Padre de todos los hombres. Era el Padre de Jesús, el profeta de Nazaret, y ese Dios, cuando se asesina a cualquier hombre, siente en sus entrañas lo que sintió con la muerte de Jesús.

          Pero, no podemos evitar sacar conclusiones muy significativas para ahora y para todos los tiempos. La religión que mata o permite guerras en nombre de Dios, no es exactamente "religión", religación a Dios. Por eso, esta es una parábola que debe leerse clara y contundentemente contra los fundamentalismos religiosos que amenazan tan frecuentemente a nuestros pueblos y a nuestra cultura.

          Y si piensas que Jesús fue eliminado, ¡no fue así!, los dirigentes que daban gloria a su Dios, se encontraron con que esa muerte les cambiaría la vida a su manera, en nuestro caso se ha convertido en la "piedra angular" de una religión nueva que se basa en el amor y la paz.


26 septiembre, 2020

No seamos tercos: Mt 21, 28-32


            La cita del Evangelio de hoy es muy hermosa, porque la podemos relacionar fácilmente con nuestro quehacer diario, especialmente en los oficios domésticos. El Evangelio recrea la escena de dos hijos del dueño de una viña. Este padre, le pide a unos de sus hijos que vaya a trabajar a la viña, el primero le dice sí, pero no va; le ordena al otro hijo que vaya y le responde un no rotundo, pero se arrepiente y obedece la orden del padre.

            Esta situación se parece cuando le decimos a nuestros hijos, primero a uno: ¡ve y saca la basura de la casa y llévala que se acerca el camión!, le dice sí, pero nunca sacó la bolsa de basura, quedando siempre en su sitio. Al día siguiente el padre le dice a otro hijo, ¡ve saca la basura que viene el camión!, este enojado le dice no, pero termina haciendo lo que su padre le pide.

            Dios Padre-Madre, se fija en nosotros porque conoce nuestras capacidades y virtudes, ya que Él mismo nos las dio. Nos invita a trabajar en su viña y, sin duda, accedemos a su invitación. Pero la gran pregunta es: ¿hacemos realmente lo que Dios nos pide en su viña? ¿Seguimos sus instrucciones para cumplir el Reino en esta vida desde las pautas que Él nos da? O alguna vez termino haciendo lo que me da la gana.

            Otros somos hijos rebeldes, cuando Dios nos invita a trabajar en su viña, le decimos que ¡no moleste!, que no iremos, porque estamos cansados de trabajar en aquello que es peor que el garbanzo para ablandar. Sin embargo, el remordimiento no nos deja tranquilos y nos arrepentimos de haberle dicho ¡no iré! Accedemos a su invitación y realizamos el trabajo según la propuesta del Reino que Él nos invita, es decir, seguimos su voluntad y no nuestro capricho.

            Démosle gracias a Dios que siempre se fía de nosotros para realizar su Reino aquí y ahora en la tierra. A pesar que algunos somos tercos y nos da pereza o desilusión porque no vemos avanzar el trabajo. Al mismo tiempo, que nos perdone por los momentos que terminamos haciendo lo que según nuestra opinión es lo mejor y no su propuesta del Reino.

20 septiembre, 2020

Gratuidad de Dios: Mt 20, 1-16

 

El Reino de Dios es el centro de la predica de Jesús, y cuando se refiere a Él, lo hace por medio de comparaciones sencillas y entendibles para todos sus interlocutores. A la luz de la Palabra, saquemos algunas enseñanzas para nuestra vida discipular.

            Centramos nuestra atención en el personaje de la parábola que representa a Dios. El dueño de la viña está en salida permanente, durante el día sale cinco veces, cada vez encuentra personas que el mundo desprecia, pero para él son valiosas y las lleva a su viña. Al momento de pagar el jornal, se enfrenta la lógica humana con la lógica de Dios. Los seres humanos pensamos que entre más hacemos más merecemos, o estamos pendientes de lo que le dan al otro para empezar a reclamar. Dios nos hace ver que en su Reino todos merecemos la misma recompensa, no es el hacer excesivo el que nos asegura un lugar, es la gracia de Dios comunicada por medio de su Hijo.

            Nos damos cuenta que nuestras relaciones humanas casi siempre están regidas por el pensamiento, «tanto haces, tanto mereces», nos hemos convertido en agentes utilitaristas que descartan todo aquello que «no produce». Como la expresión de los jornaleros de la tarde: nadie nos ha contratado, es la triste realidad de muchas personas que se encuentran desempleadas -bien por la pandemia o porque el sistema no tiene lugar para ellas-. Los adultos mayores, las mujeres, los jóvenes, son víctimas de este sistema utilitarista, que, todo lo que “atrasa el progreso” lo va dejando a la vera del camino. Pareciera que todo se enfoca en producir y producir, no se trabaja para vivir, sino que «se vive para trabajar». Se nos va la vida en querer llenar las necesidades creadas por el consumismo, por tanto, son humanamente innecesarias; qué nos ha pasado, ¡despertemos ya!

            Urge recuperar los valores humanos, valores del reino, como cristianos tenemos el compromiso de incidir en los ambientes donde se toman decisiones, donde se juega la vida del pueblo, no lo dejemos solo aquellos que les domina el interés egoísta. El llamado es a recuperar la lógica divina que reivindicar todo aquello que “no vale” para el mundo, pero Dios si cuenta con ellos y ellas.

            María de Nazaret, nos anime en la andadura, ella que supo de pobrezas, de ser marginada y descartada. Ella era una de las del camino y, Dios contra toda lógica humana, la elige para ser su Madre. Siguiendo su consejo: “hagan lo que Él les diga” recuperemos la vitalidad, la alegría del Evangelio y caminemos presurosos en comunidad al renacer de la esperanza.


12 septiembre, 2020

La orquesta del perdón: Mateo 18, 21-35


Las relaciones humanas están llamadas a transformarse en espacios vitales armónicos. Imaginemos un ensayo musical, la diversidad de instrumentos entran en sintonía unos con otros, diferentes sonidos, unos bajos y otros más altos, todos necesarios al momento de ofrecer un Gran Concierto. Considero que, así somos los seres humanos, cada cual con su originilidad, pero todos importantes. Comprendemos entonces que de la manera que un instrumento es valioso para el artista, así cada uno de nosotros para Dios. La sabiduría de Jesús, consistió en descubrir en cada persona el potencial de amor y direccionarla a favor del reino de vida, al igual que el director de una orquesta con sus instrumentos.

Cada “Evangelio” es como una dulce sinfonía en la que Jesús enseña a afinar el oído, para distinguir las buenas o desafinadas composiciones de la vida. Una de estas realidades es la desigualdad e injusticia que desentona en cualquier espacio donde está presente y bloquea la vida digna a la que todo ser humano tiene derecho. La Palabra de Dios nos invita a la corresponsabilidad y coherencia en medio de este concierto desafinado de naciones que trabajan con prepotencia e individualismo.

Jesús nos invitan a ser portadores de la “melodía” que es el «perdón»; no un perdón limitado o condicionado. En la propuesta liberadora de Jesús, no cabe la exclusión de vitales instrumentos. Por ello, ante la pregunta, «¿cuantas veces tengo que perdonar?» La respuesta de Jesús es setenta veces siete, es decir, toda la vida.

Para poder asimilar esta actitud “perdonadora,” Jesús nos recuerda, cómo debe actuar un instrumento musical afinado del reino de Dios. Los instrumentos desafinados no sólo emiten un sonido poco armónico, sino que dañan el concierto. Así, actúan muchas personas que se mueven en el poder político-social incluso religioso. Jesús, enseña que su reinado se identifica con la escucha, la paciencia, la misericordia y, ante todo, el perdón.

Advierte de las realidades que atentan contra ese Gran Concierto que le cantan a la vida y dignidad de todos y todas. Es el ruido que emiten las relaciones que gesta el anti-reino. Intenta opacar la buena música, es como aquel que recibe el perdón pero que no es capaz de perdonar. De quien ha experimentado la gracia y la misericordia de Dios, pero no actúa de la misma manera con su prójimo. Los sonidos que emite son violentos e irritantes. Es la característica del que busca ser perdonado porque cree que se lo merece y, por tanto, actúa arbitrariamente.

Ante estas actitudes, Jesús reprocha: «¿no debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?». Invita a no dejarnos aturdir y entorpecer por la desarmonía del mundo injusto y egoísta.

Desde esta propuesta somos invitados a construir el reino del Dios de Jesús, denunciando toda nota que genera desarmonía, y destruye la esperanza de los que sufren, víctimas de un sistema opresor que comete fechorías sin piedad, dejando que el orgullo mantenga las heridas abiertas de sus victimarios. Jesús, quiere que seamos ejecutores de composiciones armónicas de amor y misericordia. Dios no quiere sacar a nadie de su Gran Concierto de vida, ni mucho menos sacar a los desafinados. Jesús, como buen director, espera que se hagan los correctivos debidos antes de lanzar su última sentencia: lo mismo hará mi padre celestial si cada cual no perdona de corazón a su hermano.

05 septiembre, 2020

“Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo”: Mateo 18, 15-20

  


El texto de hoy forma parte de uno de los discursos más significativos del Evangelio de Mateo, quien se caracteriza por narrar la actuación de Jesús desde una serie de discursos. En este caso, nos encontramos con el llamado «discurso eclesiológico», porque se contemplan en él, normas de comportamiento básicas de una comunidad cris­tiana: perdón, comprensión, solidaridad. Aparece lo que se conoce como corrección fraterna, el tema del per­dón de los pecados en el seno de la comunidad, y el valor de la oración común.

La fraternidad en la base de la vida cristiana

Desde los orígenes, con Caín y Abel la fraternidad es una preocupación de la Palabra. En nuestro contexto, la situación de pandemia pone en evidencia la indiferencia, la falta de solidaridad, contrario al Evangelio que nos hace ver que no se puede ser feliz solo. Esa manera de vivir no está lejos de nuestras expresiones: “yo no me meto en la vida de nadie, allá él”, “quién soy yo para meterme en la vida de alguien”, “¿qué puedo hacer yo ante esta situación a escala mundial?”, no es otra cosa que falta de compromiso. Somos capaces de juzgar a todo el mundo y ver sus males e identificar a “los malos”, pero nos cuesta meternos en el río de la vida, prefiriendo sentarnos en la orilla, ver pasar las aguas turbulentas, pero sin contaminarnos y que nadie nos toque.

Jesús, lejos de alejarnos de la comunidad o permanecer pasivos y críticos, nos atrae a la reunión y unificación; quiere restablecer relaciones hasta con los más débiles y pecadores, sin culpabilizarles, sino ayudándoles y aceptándoles como víctimas de tantas situaciones que no pueden controlar. Nadie se debe quedar excluido de la comunión con él, ni de la escucha de su evangelio que renueva y reforma la comunidad.

Como cristianos, oyentes de la Palabra, este domingo debemos cuestionar nuestras “reuniones” que realizamos en el nombre de Jesús. La comunidad de Jesús, será lo que seamos nosotros. Si tenemos capacidad de repensar nuestra vida a la luz del evangelio y creernos que juntos podemos ser mejores estamos haciendo camino como seguidores de Jesús. Preguntémonos: si trasmitimos resultados evangélicos ante los indiferentes, descreídos o aquellos que han abandonado la comunidad de Jesús; si nuestra madurez de acogida, corrección fraterna y acompañamiento a los débiles y necesitados es real de cara a construir la comunidad. Pero si el miedo nos paraliza y sigue atando al pasado y sus pesadas cargas, renunciando a la creatividad y frescura del Evangelio, debemos cuestionarnos. Recuerda que la alegría y la esperanza anidan en nosotros, aunque seamos minoría, creyéndonos sal y levadura capaz de fermentar la masa social.

30 agosto, 2020

¿A QUÉ JESÚS SEGUIMOS? Mateo 16, 21-27

 


“¿De qué le sirve a uno ganar

el mundo entero, si pierde su vida?”

            El texto del Evangelio del XXII domingo del tiempo ordinario nos invita a reflexionar, a modo de exigencia discipular, el seguimiento de Jesús que estamos haciendo en este tiempo. El fragmento de San Mateo, que nos propone la liturgia de la Palabra de hoy, es muy rico para repensar nuestra misión, nuestra vida pastoral y, sobre todo, nuestra vida personal.

            Viene a mi memoria una pregunta que nos hacían en el Noviciado -una experiencia de arraigo vocacional en la congregación Claretiana, 2017-, ¿a qué Jesús seguimos? Es una interrogante que, de fondo, está presente a lo largo de este pasaje. Jesús expresa a sus discípulos por primera vez que debe padecer y resucitar en Jerusalén en manos de los sumos sacerdotes y escribas; una verdad inconcebible por Pedro, y en él los demás discípulos. Me atrevo a decir que en nosotros también.

             Una verdad insólita, el anuncio su muerte, que de su viva voz nos pone en tela de juicio qué tipo de Mesías es. Por si no comprendimos en el relato de su nacimiento cómo es el verdadero Mesías enviado del Padre, aquí es el momento de que lo comprendamos; tendrá que sufrir y morir, pero también resucitar[1]. Jesús, no tiene escrúpulos en decir la verdad de su destino, pues sabe cuál es. Cualquier personaje bíblico, sobre todo los profetas, saben que denunciar ante los poderosos lo que no está bien, su futuro próximo es el sufrimiento de la persecución y la muerte segura. Pero, como seguidores de Jesús nos cuesta entender al Maestro, al igual que Pedro, nuestra mentalidad de eternizarnos cuando sabemos que vamos a morir, no aceptamos a un Mesías fracasado y muerto en manos de las autoridades judías y romanas.

            El Pedro del Evangelio del domingo pasado que proclamaba a Jesús: “tú eres el Hijo de Dios, el Mesías”[2], ahora se niega a confesar a un Mesías que ha dicho que morirá y ya no es piedra de cimiento de la Iglesia, sino, piedra de tropiezo. Por eso, Jesús le dice ante su negativa: “apártate de mí satanás”[3], es una expresión muy fuerte la del Maestro. Es la exhortación amante del que ve las injusticias, las denuncia y es capaz de exponerse para dar la vida por su Padre y el pueblo de su creación. Nosotros, al igual que Pedro, no creemos en el Siervo sufriente (Is 41, 1) que había sido anunciado; aún creemos y actuamos de acuerdo a un Jesús Rey, a la manera de este mundo como monarca, corona, cetro de oro y autoritario. El Jesús que seguimos hoy es más de ritos y de prácticas cultuales vacías, un tanto divinizadas y espiritualizadas fuera de la realidad, en el éter; pero Jesús, hoy nos amonesta.

            ¿A qué Jesús seguimos? La respuesta deviene en el mismo texto de hoy, “el que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga”[4]; tenemos que reconocer que, en nuestra ekklêsía, somos piedras buenas como Pedro, con muchas virtudes, pero también piedras de tropiezo y la misión de Jesús no se lleva a cabo según la voluntad de Dios. Solo cuando nos comprometemos con la causa de Jesús, los pobres, marginados, olvidados de la historia, etc., podremos ganar la vida perdiéndola en el servicio oblato a los demás, siempre en actitud de projimidad. “¿De qué le sirve a uno ganar todo el mundo si se pierde así mismo, su vida?[5] De nada y para ello, aceptemos primero al Mesías sufriente en los que hoy sufren, en los que mueren a causa de las injusticias sociales que hoy la pandemia ha puesto, aún más, en evidencia. Cristo vive entre nosotros, ¡más en la calle que en los templos que hoy se reabren en El Salvador!, donde están los marginados y contagiados de Covid, allí está el Siervo sufriente; a ese Jesús, hermanos y hermanas, es al que tenemos que seguir y el premio de ganar la vida nos lo dará a cada uno según nuestras obras hechas aquí y mereceremos según nuestra autenticidad y transparencia discipular.  



[1] Cfr. Mt 16, 21. La Biblia de Nuestro Pueblo, Schökel Luis A. (2012).

[2] Cfr. Ibid. Mt 16, 16.

[3] Cfr. Ibid. Mt 16, 23.

[4] Cfr. Ibid. Mt 16, 24.

[5] Cfr. Ibid. Mt 16, 26.


22 agosto, 2020

¿Saber es conocer?: Mt 16, 13-20



“El Espíritu Santo te hace entrar cada vez más

 en el corazón de Cristo para que te llenes

 siempre más de su amor, de su luz y de su fuerza”

(Christus Vivit § 130). 

Jesús nos pide hoy dar un paso significativo en el seguimiento, que consiste en pasar de la superficialidad a la profundidad. A partir de la profundización de estas preguntas: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?

Es importante darnos cuenta, que, mientras avanzamos en la vida escuchamos, estudiamos, incluso repetimos afirmaciones de autores o profesores. Hoy Jesús nos pone frente a nosotros mismos, «tú» ¿quién dices que soy yo? El peligro es repetir lo que otros dicen, sin darnos la oportunidad de experimentar la fuerza transformadora del Maestro, o peor aún, conformarnos con manejar conceptos, teorías distantes de la práctica.

En esta era digital, con un solo clic, la internet nos saca de muchos apuros, pero esto se reduce a un simple saber intelectual. Te invito que hoy visites, www._tú_corazón, tú vida, tus causas, aquello por lo que luchas, por lo que eres capaz de dejar todo. Pedro, respondió certeramente, no por ser hombre o el mejor, sino porque se deja inspirar por la sabiduría divina. Como cristianos no debemos descuidar la vida interior, el cultivo de una espiritualidad sana, encarnada, que nos permita reconocer a Dios en la historia. Dejemos que Dios llene nuestra vida, nos tome de la mano y nos introduzca en la comunidad evangelizadora.   

Cuando se ha logrado cierta madurez espiritual, como Pedro -la primera piedra, no la única-, Jesús le confía la misión de acompañar la comunidad, de caminar con otros y otras. No es un privilegio, es un servicio, una responsabilidad, que se debe ejercer con humildad. Debemos desterrar todo indicio de autoritarismo, o abuso de poder, ya que toda persona está llamada a trabajar en este proyecto del Reino. Por ello, escuchar al Espíritu, es una experiencia cíclica, al darte cuenta que te alejas de la causa de Cristo: ¡detente, revisa e intégrate al camino!   

En este proceso, que muchas veces se torna difícil, María de Nazaret, hace camino junto a nosotros. La mujer que se dispone a la acción del Espíritu, en Ella Dios muestra su lógica, de optar por lo pequeño, aquello que no tiene valor ante las estructuras humanas, Dios la hace partícipe activa de la historia de salvación. Si alguien llegó a conocer a Jesús, es su Madre, quien renuncia a sí misma, para convertirse en verdadera discípula. ¡Dios nos bendiga a todos!

 


14 agosto, 2020

Reflexión dominical: Jesús va entendiendo que su misión es para todos (Mt 15, 21- 28)


Mirando esta perícopa que nos ofrece el evangelista, algo nos llama la atención y que hemos dicho con discursos bonito, poéticos y conmovedores que, Jesús nos ama a todos y a nadie rechaza. En este evangelio podríamos decir lo contrario. Una mujer llama a Jesús y no de cualquier manera, lo reconoce y sabe que Él puede compadecerse: “Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David” (V.V.22). Siempre la compasión se le pide a un ser ‘superior’ que tenga dominio – poder. En este caso, reconoce la mujer que Jesús es superior, al llamarle “Señor”, expresaban el sentido de su deidad, dominio y poder, y al llamarlo “Hijo de David”, esta declarando que Él era el Mesías. Y David (traducido del hebreo, significa: Amado), es decir, Jesús el Hijo Amado de Dios… Acá viene lo curioso, Jesús no dice nada hasta el momento en que sus discípulos le piden atenderla, parece que los discípulos no sienten compasión de la mujer, sino enojo por sus gritos, por eso ruegan a Jesús que la atienda o más bien, que la despida. Es muy propio del evangelista asemejar este episodio a la huida de la familia de Jesús (Cfr. Mt 2, 13 - 15) produciendo el aspecto de que Jesús huya de los adversarios y todo esto tiene más peso en las palabras de Jesús: “Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel” (V.V.24).

            La mujer es insistente va hacia Jesús y se postra pidiendo: “Señor, socórreme” (V.V25), aunque sabía que por ser cananea quizá su petición: “Mi hija tiene un demonio muy malo” (V.V.22), no iba a ser tenida en cuenta. Jesús por fin le responde, parece subido el tono lo que dice: “No está bien echar a los perros el pan de los hijos” (V.V.26), repuntando así el límite de su misión solo para Israel. Dicen los exegetas, que los prosélitos de Israel, es decir, los que no provienen del árbol familiar de los israelitas, los apodaban: perros. La mujer coge las palabras de Jesús: «Tienes razón, Señor” (V.V.27), y las recrea en una parábola, “también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos” (V.V.27); esto da a entender muy bien la parábola que Jesús utilizó (Mt 7,9 -11). La insistencia, la persistencia de la mujer querer y hacerse sentir Hijo(a) de Dios, esta mujer da un paso sucesivo y decisivo, que lleva a Jesús a reconocer su fe y que se cumpla lo que ella pide. La mujer concientiza a Jesús de la universalidad de “la misión para todos, incluyendo los paganos; su arraigo judeo-cristiano no lo lleva a encerrarse en la colectividad nacional de donde ha salido, sino a abrirse a la comunidad universal” (Jean Zumstein).

            El tema del evangelio es la insistencia, Jesús pasa por nuestras vidas de una forma suave como: una brisa -un sereno- y somos nosotros quienes tenemos que reconocerlo y pedir con instancia, como esta mujer cananea que, frente a una necesidad clama y suplica a Jesús: “Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David” (V.V.22), primero, pide a Jesús que descubra su dolor profundo-interno que es incomprensible para los ojos humanos. Luego, la mujer pide por su hija: “mi hija tiene un demonio muy malo… socórreme, señor”, Jesús reconoce el dolor de la mujer, igual hoy Jesús reconoce el dolor de la humanidad que clama y pide el cese de la pandemia; a diferencia de la mujer que tiene fe y cree que Jesús la puede curar, hoy Jesús pide qué reconozcamos también los gritos y clamor de la madre tierra que se desgarra en medio de tanto dolor y tanta indiferencia de nuestra parte.