12 septiembre, 2020

La orquesta del perdón: Mateo 18, 21-35


Las relaciones humanas están llamadas a transformarse en espacios vitales armónicos. Imaginemos un ensayo musical, la diversidad de instrumentos entran en sintonía unos con otros, diferentes sonidos, unos bajos y otros más altos, todos necesarios al momento de ofrecer un Gran Concierto. Considero que, así somos los seres humanos, cada cual con su originilidad, pero todos importantes. Comprendemos entonces que de la manera que un instrumento es valioso para el artista, así cada uno de nosotros para Dios. La sabiduría de Jesús, consistió en descubrir en cada persona el potencial de amor y direccionarla a favor del reino de vida, al igual que el director de una orquesta con sus instrumentos.

Cada “Evangelio” es como una dulce sinfonía en la que Jesús enseña a afinar el oído, para distinguir las buenas o desafinadas composiciones de la vida. Una de estas realidades es la desigualdad e injusticia que desentona en cualquier espacio donde está presente y bloquea la vida digna a la que todo ser humano tiene derecho. La Palabra de Dios nos invita a la corresponsabilidad y coherencia en medio de este concierto desafinado de naciones que trabajan con prepotencia e individualismo.

Jesús nos invitan a ser portadores de la “melodía” que es el «perdón»; no un perdón limitado o condicionado. En la propuesta liberadora de Jesús, no cabe la exclusión de vitales instrumentos. Por ello, ante la pregunta, «¿cuantas veces tengo que perdonar?» La respuesta de Jesús es setenta veces siete, es decir, toda la vida.

Para poder asimilar esta actitud “perdonadora,” Jesús nos recuerda, cómo debe actuar un instrumento musical afinado del reino de Dios. Los instrumentos desafinados no sólo emiten un sonido poco armónico, sino que dañan el concierto. Así, actúan muchas personas que se mueven en el poder político-social incluso religioso. Jesús, enseña que su reinado se identifica con la escucha, la paciencia, la misericordia y, ante todo, el perdón.

Advierte de las realidades que atentan contra ese Gran Concierto que le cantan a la vida y dignidad de todos y todas. Es el ruido que emiten las relaciones que gesta el anti-reino. Intenta opacar la buena música, es como aquel que recibe el perdón pero que no es capaz de perdonar. De quien ha experimentado la gracia y la misericordia de Dios, pero no actúa de la misma manera con su prójimo. Los sonidos que emite son violentos e irritantes. Es la característica del que busca ser perdonado porque cree que se lo merece y, por tanto, actúa arbitrariamente.

Ante estas actitudes, Jesús reprocha: «¿no debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?». Invita a no dejarnos aturdir y entorpecer por la desarmonía del mundo injusto y egoísta.

Desde esta propuesta somos invitados a construir el reino del Dios de Jesús, denunciando toda nota que genera desarmonía, y destruye la esperanza de los que sufren, víctimas de un sistema opresor que comete fechorías sin piedad, dejando que el orgullo mantenga las heridas abiertas de sus victimarios. Jesús, quiere que seamos ejecutores de composiciones armónicas de amor y misericordia. Dios no quiere sacar a nadie de su Gran Concierto de vida, ni mucho menos sacar a los desafinados. Jesús, como buen director, espera que se hagan los correctivos debidos antes de lanzar su última sentencia: lo mismo hará mi padre celestial si cada cual no perdona de corazón a su hermano.

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