Hoy en el Evangelio nos encontramos con otra comparación de Jesús sobre el Reino de Dios, parábola que todos conocemos y que muy a menudo citamos en ciertas ocasiones de nuestra vida cristiana. Un momento propicio para meditar esta Palabra liberadora en este contexto de ciertos temores misioneros por la pandemia y los huracanes y, sobre todo, que nos ayudará para comprender mejor a la luz de la Sagrada Escritura, lo que Dios quiere que hagamos en nuestro derredor.
Los talentos, denarios o millones, términos que encontramos en varias traducciones de nuestra Biblia, hacen referencia a una buena cantidad de dinero o fortuna valiosa. Jesús, valiéndose de este recurso parabólico quiere instruir a sus discípulos en la comprensión del Reino del Padre que ya está presente en el mundo; cosa que muchos piensan que se da una vez partimos de este mundo, el día del juicio final. No, es así. Entonces, ¿cómo podemos entender este Reino en este mundo lleno de injusticias y de tantos desastres naturales? En eso nos vamos inmiscuir con esta breve reflexión.
Un hombre se va de
viaje y llama a tres sirvientes y les reparte, según su confianza, los talentos,
sus bienes. Mateo, nos describe que al primero le dio tres, al segundo dos y al
tercero uno. Cuando vuelve este hombre de su viaje, los llamó y les pidió las
respectivas cuentas. El primero multiplicó por tres lo encomendado por su
señor, el segundo de igual forma le devolvió el doble y, por esta hazaña, a los
dos primeros los alagó y felicitó por su trabajo, esto hizo que se ganaran aún
más su confianza. Hasta aquí todo parece ir bien, pero cuando llega al tercero,
este se justifica de que no produjo nada por temor a las reprimendas del amo y
escondió el denario; el señor se molestó y lo amonestó fuertemente, por su
incapacidad de multiplicar lo confiado.
Ante esta experiencia
tenemos dos actitudes con las que debemos de identificarnos, ser precavidos como
los dos primeros sirvientes o refugiarnos en la seguridad estéril de la vida,
llena de egoísmo como el tercer sirviente del Evangelio de hoy. Hermanos y
hermanas, seamos entonces diligentes y atentos mientras estamos en este mundo,
que el Reino de Dios lo hagamos posible con acciones concretas de amor,
fidelidad, solidaridad, servicio y fraternidad. Solo así podremos fructificar
lo recibido. ¡Feliz domingo!
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