10 octubre, 2020

XXVIII domingo del tiempo ordinario Reflexión del Evangelio de Mt 22, 1-14


           El evangelio nos presenta en forma de parábola, en lo que consiste el Reino de los cielos y lo que implica el participar de Él. Como punto de partida, está la invitación a participar del banquete exquisito como lo describe el evangelista. Pero no es simplemente un banquete, es el símbolo de unidad, la fraternidad y el sentido de familiaridad. Dios es como un Padre amoroso, o como la madre que se preocupa por sus hijos, pero estos no valoran su amor y sacrificio. Es decir, se olvidan del amor y se van tras sus caprichos que les hacen perder esa identidad de hijos e hijas.

            La propuesta del Reino que hace Jesús, es diferente a los reinos de este mundo que se construyen a base de violencia, manipulación, exclusión, xenofobia, etc., signos claros del anti-reino. El Reino de Dios por su parte, exige solidaridad entre los hermanos. En este Reino no cabe la exclusión social, la marginación o el rechazo, porque todos somos hermanos.

            Lamentablemente, vivimos en un mundo, donde la propuesta evangélica desaparece porque nos afanamos en satisfacer nuestros intereses sin importar el sufrimiento de los otros. Somos tan egoístas, que nos encorvamos, así lo dirá el teólogo Dionisio Borobio, que no somos capaces de levantar la cabeza para ver el sufrimiento de las otras personas. Nos entorpecen nuestros intereses mezquinos, que no hay interés por el  prójimo. No hay actitud de palpar la miseria de nuestros hermanos, muy contradictorio a la actitud del rey que se esfuerza para ir a buscar y optar por los desechados.

            Las actitudes antes mencionadas, nos llevan a la autoexclusión del banquete que Dios nos tiene preparado. Dichas actitudes bloquean el compromiso cristiano, por tanto, no dejan encarnar el Evangelio de Cristo, pobre entre los pobres. Estamos viviendo momentos difíciles, cuestiona si el lamento de nuestros hermanos no nos dice nada, cuidado nos pasa como el personaje que no llevaba el traje de gala, el traje del amor y la misericordia. Dios nos llama siempre, a buscar la unidad y, por tal razón, debo evaluarme qué hago para promoverla, qué hago para que el otro y la otra se sientan parte de este Reino.

            Que este evangelio, nos ayude a ser más hermanos. Les invito a reflexionar en torno a estas preguntas: ¿A qué nos desafía este Evangelio? ¿Somos de los que excluimos o somos de los se ponen en camino para ver la miseria del otro? ¡Feliz domingo para todos y todas!

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