El evangelio nos presenta en forma de
parábola, en lo que consiste el Reino de los cielos y lo que implica el participar
de Él. Como punto de partida, está la invitación a participar del banquete
exquisito como lo describe el evangelista. Pero no es simplemente un banquete,
es el símbolo de unidad, la fraternidad y el sentido de familiaridad. Dios es
como un Padre amoroso, o como la madre que se preocupa por sus hijos, pero estos
no valoran su amor y sacrificio. Es decir, se olvidan del amor y se van tras sus
caprichos que les hacen perder esa identidad de hijos e hijas.
La
propuesta del Reino que hace Jesús, es diferente a los reinos de este mundo que
se construyen a base de violencia, manipulación, exclusión, xenofobia, etc.,
signos claros del anti-reino. El Reino de Dios por su parte, exige solidaridad
entre los hermanos. En este Reino no cabe la exclusión social, la marginación o
el rechazo, porque todos somos hermanos.
Lamentablemente,
vivimos en un mundo, donde la propuesta evangélica desaparece porque nos
afanamos en satisfacer nuestros intereses sin importar el sufrimiento de los
otros. Somos tan egoístas, que nos encorvamos, así lo dirá el teólogo Dionisio
Borobio, que no somos capaces de levantar la cabeza para ver el sufrimiento
de las otras personas. Nos entorpecen nuestros intereses mezquinos, que no
hay interés por el prójimo. No hay
actitud de palpar la miseria de nuestros hermanos, muy contradictorio a la
actitud del rey que se esfuerza para ir a buscar y optar por los desechados.
Las
actitudes antes mencionadas, nos llevan a la autoexclusión del banquete que
Dios nos tiene preparado. Dichas actitudes bloquean el compromiso cristiano, por
tanto, no dejan encarnar el Evangelio de Cristo, pobre entre los pobres. Estamos
viviendo momentos difíciles, cuestiona si el lamento de nuestros hermanos no
nos dice nada, cuidado nos pasa como el personaje que no llevaba el traje de
gala, el traje del amor y la misericordia. Dios nos llama siempre, a buscar la
unidad y, por tal razón, debo evaluarme qué hago para promoverla, qué hago para
que el otro y la otra se sientan parte de este Reino.
Que
este evangelio, nos ayude a ser más hermanos. Les invito a reflexionar en torno
a estas preguntas: ¿A qué nos desafía este Evangelio? ¿Somos de los que
excluimos o somos de los se ponen en camino para ver la miseria del otro? ¡Feliz
domingo para todos y todas!
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