Domingo XVIII
del tiempo ordinario. Propone reflexionar a partir del Evangelio de Mateo 14,
13-21, que a grandes rasgos nos dice que Jesús alimenta a cinco mil personas y
todas comen hasta saciarse.
En primer momento, Jesús se “dirige
a un lugar apartado y solitario”,[1] se
ha enterado de la muerte de Juan el Bautista; podemos intuir que se aparta para
orar, para encontrarse con su Padre. Esto no le es posible porque la gente
espera algo de Él, le buscan porque le necesitan; entonces, “Jesús se
compadece y cura a los enfermos”.[2] La
generosidad de Jesús es parte de su reinado, no es indiferente ante el dolor
humano.
En nuestra sociedad hay muchas
personas que pasan tanta hambre y necesitan ser saciados. Pasan hambre porque
los poderosos les quitan el pan a quienes más lo necesitan y, lo quitan no para
comérselo ellos, sino para almacenarlo y cuando no sirva tirarlo. En el Evangelio,
los discípulos quieren resolver este problema del hambre por la vía más fácil y
cómoda, ¡comprándolo! Jesús les dice: “no hace falta, denles ustedes de
comer”,[3]
quiere despertar en los discípulos la sensibilidad y fragilidad humana, sin
límites. Todos se disponen a dar cuanto tienen, lo comparten, aunque sea poco: “no
tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados”.[4]
Jesús es capaz de hacer el milagro
del compartir, el darse a los demás, se entrega sin reservas. Su compasión le
hace donarse en una población concreta, en la historia de un pueblo y sus
necesidades. Dios nos alimenta, pero nos pide y manda a que también alimentemos
quienes más necesiten el pan. El milagro no es la abundancia, sino la capacidad
del compartir, la solidaridad con los que no tienen nada, el donarse sin
reservas ni condiciones. Como discípulos y discípulas de Jesús, se nos propone
desprendernos de aquellos que tenemos para nosotros mismos y aprender a
compartirlo, porque eso poco que tenemos, Jesús lo sabrá multiplicar y no nos
faltará nada; mejor aún, todos comeremos por igual y hasta sobrará.
No importa si es poco o mucho lo que
tenemos, en cualquier ámbito de la vida, importa que todo lo pongamos a
disposición para que todo lo que tenemos y poseemos se vuelva sacramento de
compartición. La vida se acrecienta
dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. Por eso, es
que Jesús está en la realidad y se compromete con la gente, donándose por
completo y nosotros lo hagamos como sus seguidores.
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