La compañía del resucitado en Emaús (Lc 24,13-35)
![]() | |
|
Por Norlan Antonio Ramíres, cmf
En
este III domingo de pascua, Jesús nos sigue interpelando con su nuevo proyecto
de vida. En este relato evangélico, Jesús pone en tela de juicio nuestra
actitud como cristianos; tres actitudes fundamentales se nos presentan en este
Evangelio: el llamado a la esperanza, el dejarnos impactar por su mensaje y la
sensibilidad para reconocer a Cristo en los gestos concretos de nuestra vida.
En
un primer momento, se nos presenta a dos de los discípulos de Jesús, comentando
lo sucedido en Jerusalén. Van desconcertados, han perdido la ilusión, sobre
todo la esperanza, dejando entrever, la sequedad de nuestra vida de fe, y la
falta de confianza en la voluntad del Padre. Cuando no hay esa confianza en el
padre y nos aferramos a nuestros criterios humanos, nuestra vida como
creyentes, se torna confusa, un callejón sin salida. Cuando la vida del cristiano está carente de fe, su vida termina
en decepción, en frustración y tristeza.
En
medio de nuestras angustias, siempre está la compañía del Padre, que para
experimentarla es necesario dejarnos acompañar. Mientras los discípulos van
distraídos, con actitud de derrotados y humillados, Jesús se pone a caminar con
ellos y les dice: “¿De qué van
conversando por el camino?”; Jesús entiende de sufrimientos, de tristezas y
humillación, por lo tanto, comprende el sentirse abandonado. Con la misma pregunta
que Jesús dirigió a los dos discípulos, nos quiere decir hoy también: ¿por qué
se distraen en cosas que les perturba la vida como cristianos, como creyentes? ¿Qué
es lo que nos distrae y nos obstaculiza la novedad de Jesús que es el amor y la
solidaridad?
Jesús,
como un buen pedagogo, se pone a explicarle las escrituras. Es decir, comienza
a rectificar el camino del discípulo. La Escritura se convierte para todo
cristiano, en nuestro mapa, nuestra brújula que va guiando nuestros pasos. Con este
gesto pone en evidencia que nuestra vida de fe debe ser una continua formación,
un dejarnos guiar por el Espíritu. Ya lo dice el canto, la Biblia es palabra de vida. En esta tónica, nuestra vida debe estar
fundamentada y alimentada en la Palabra; este es un alimento que poco lo
reconocemos, porque nuestros apetitos son otras cosas, fácil mente nos dejamos
llevar por el sabor perverso del mundo.
Otro
de los gestos hermosos de Jesús que nos conmueve, es la actitud de sentarse a
la mesa a compartir el pan con los discípulos. La vida nuestra, es una
experiencia de compartir con los demás. Esta es la actitud que todo bautizado
debe asumir, estar siempre al servicio del prójimo. La Eucaristía es una
gracia, pero al mismo tiempo es un desafío. No se trata de vivir en
ambigüedades, sino de una vida coherente, buscando siempre la comunión con el
otro, la otra, sin esperar nada a cambio. Esta propuesta de Jesús, es una dura
crítica para las políticas de este mundo, que nos incita al individualismo,
egoísmo, haciéndonos cada vez más encorvados, sin poder ver las necesidades del
prójimo.
Pidamos
pues hermanos y hermanas, que nuestra vida sea siempre una Eucarística, de modo
que podamos darnos y repartirnos como pan a los demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos un comentario, queremos escuchar tu opinión