18 abril, 2020

II Domingo de Pascua y de la Misericordia


Juan 20, 19-31

Josué Lemus, cmf., hondureño de 31 años de edad.
profeso de la Congregación Misioneros
 Hijos del Inmaculado Corazón de María,
IV año de Teología.
E. Josué Lemus, cmf.

Los discípulos encerrados por miedo a los judíos. Esto sucede con frecuencia, cuando no comprendemos lo que está pasando, nos asalta el miedo y la primera reacción es encerrarnos en nuestras estructuras, sin dar lugar a la novedad de Cristo. El miedo se debe a que tenemos puesta la mirada en nosotros mismos, en nuestras fuerzas humanas, creyendo que todo es voluntarismo. Cuando nos percatamos, que, la misión no depende plenamente de nosotros, entendemos lo que debemos hacer.
Jesús se coloca en medio de la comunidad y les da la paz. Hoy el resucitado se está en medio de las familias, de las comunidades religiosas. Él quiere que seamos constructores de paz, nos invita a dejar el miedo y la confusión. Nos anima a volver la mirada a Él, ya que en la medida que Jesús resucitado sea el centro de nuestras comunidades y familias, ahí habrá paz.
Envío de los discípulos con la fuerza del Espíritu Santo para practicar la misericordia. Como El Hijo fue enviado a revelar al Padre y ser la misericordia encarnada, así somos enviados los cristianos a contagiar la alegría de la resurrección. En la medida en que nos abrimos a la misericordia de Dios, nos capacitamos para ser misericordiosos con nuestros semejantes.
Hemos visto al Señor. Es la frase con la que los apóstoles comunican su experiencia del resucitado a Tomás, pero éste reclama señales para poder creer, porque se ha quedado solo en la razón sin bajar a su corazón. Es lo que muchas veces hacemos, cuando reclamamos a señales para creer que Dios está actuando en la historia, ignorando los verdaderos signos que se nos dan a diario.
Dichosos los que creen sin haber visto. Jesús con esta bienaventuranza nos pide dar el salto de una fe condicionada que se basa solamente en señales, a una fe madura y firme. Juan, retoma el objetivo central de su Evangelio, creer en Jesucristo, el Mesías, el Hijo de Dios. Por tanto, creyendo solo en Él, logramos que todos los pueblos tengan vida digna y en abundancia.
María de Nazaret hizo vida esta bienaventuranza con el “hágase en mí según tu Palabra”. Su prima Isabel le reconoce y le llama dichosa por haber creído, ella supo abrir el corazón a la Palabra de Dios. Ella nos acompaña en el camino hacia su Hijo.
¡Feliz Pascua de Resurrección!

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