04 julio, 2020

REFLEXIÓN DOMINICAL-XIV DOMINDO DEL TIEMPO ORDIARIO: “PADRE, PORQUE ASÍ TE HA PARECIDO BIEN” (Mt 11, 25-30)

    

    Hermanos/as, el texto del evangelio correspondiente a este domingo nos trae un mensaje centrado en la liberación de nuestras cargas. Mateo, nos introduce con una oración de acción de gracias que Jesús eleva al Padre; es una oración muy sentida por su Hijo, es el Reino de Dios proclamado al pueblo sencillo, pobre, marginado y sufrido. Es la voluntad de Dios que el Reino sea para los olvidados de la historia; por esta razón, expresa con energía: “Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien”.[1] No hay duda, que el anuncio de la Buena Noticia es destinado, en su objeto de ser, a los sencillos. Es esta su oración mesiánica más agradable, pues el Reino de Dios ya está presente en su pueblo, en los anawin, pobres de Yahvé.

            El corazón de este texto del evangelio, a mi juicio, está en los versículos 28 al 30; aquí encontramos la invitación de Jesús a sus discípulos y, todos sus interlocutores, a depositar sus cargas solo en Él. Pero, de qué cargas habla, de qué cansancios y de qué agobios; y, sigue complicando más la frase, promete dar alivio, pero pareciera que impone otra carga: “Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su vida”.[2] Nos impone la carga de la liberación, la que solo produce el Reino de Dios cuando abrimos nuestro corazón a su misterio de amor, al enigma de la fraternidad y vida comunitaria plena en Él; esta es la hora de la oblatividad de Jesús para con todos aquellos que quieran apuntarse a hacer efectiva la voluntad de Dios en sus vidas. Aprender de Jesús será entonces, el camino discipular que hoy tenemos que emprender con radicalidad, abandonando toda pesadez que hoy llevamos como personas, como comunidad y como sociedad humana, ¡tantas cargas y fatigas hoy nos impelan en esta oscura realidad!

            Tomar el yugo de Jesús, es comprometerse con su causa, con el Reino de amor que proclama en y para los prójimos. Aquí está el secreto de su yugo llevadero, en que seamos mansos -honestos con capacidad de diálogo, sin cargas negativas que nos consuman- y humildes a la manera de Jesús, tolerantes ante la agresividad del odio del mundo y de tanta gente que no conoce a Dios.[3] En este Reino del que Jesús habla, no hay lugar para la exclusión, no existen diferencias; no hay ley humana que pueda abolir el amor, la fraternidad, la solidaridad, la aceptación y el cuido de los demás como parte inherente de nuestro seguimiento de Jesús. ¡Vivamos lo que creemos y predicamos! De este modo entonces, iniciaremos a llevar el yugo de la liberación que solo Jesús de Nazaret nos ofrece. 



[2] Cfr. Mt 11, 28-29.

[3] Cfr. Mt 11, 30.


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