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Pablo Moreno, cmf., nicaragüense de 26 años de edad. profeso de la Congregación Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, I año de Teología. |
E. Pablo Moreno, cmf
Después de
la fiesta de pentecostés, génesis de la misión evangelizadora de la Iglesia,
damos paso a la solemnidad de la Santísima Trinidad (Dios Padre, Hijo y
Espíritu Santo). Esta fiesta nos recuerda la presencia de Dios Uno y Trino en
la humanidad, con la que muestra su amor entrañable y misericordioso. San Juan hoy
nos relata, que, Dios es quien entrega a su único Hijo por amor puro, para la
salvación del mundo.
Como
creyentes, debemos tener la plena convicción que todo es posible para quien
tiene fe. El mismo Jesús nos enseñó y demostró con su vida que el amor es más
fuerte que la muerte, que el perdón triunfa sobre el odio, que la misericordia
es gratuita y todo es posible para quien cree. Es decir, no hay dificultad o
problema que no se puedan superar, no hay nada imposible para quien cree en el
Hijo de Dios.
¿Qué significa
creer en Jesús?, ¿qué significa la nueva vida?, ¿qué significa que Jesús vino a
este mundo, entregar su vida, experimentar la muerte y resucitar? Reflexionar a
profundidad el evangelio de hoy nos ayuda a encontrar las respuestas a estas
interrogantes. En él se nos da una de las claves centrales del plan salvífico
de Dios, se resume la misión de Jesús y su Espíritu, la Buena Nueva de su
mensaje. Un problema de interpretación de este texto es que, al ser bastante conocido
se hace común que no nos detenemos a reflexionar cada palabra. No caemos en cuenta
de la inmensidad del amor de Dios que se muestra en su único Hijo; el
evangelista nos afirma que Dios envió a su Hijo, “para que todo aquel que crea en Él no perezca, sino que tenga
vida eterna” (Jn 3, 16). Todo aquel que reciba al Hijo, se convierte en
hijo y amado de Dios y este amor del Padre lo capacita para amar a los demás.
Así pues,
Dios Padre envió a su Hijo, no para condenarnos y castigarnos, sino, para
mostrarnos su amor y su misericordia. Jesús antes de subir al Padre nos prometió
su Espíritu, quien ahora inspira nuestra vida en medio de las adversidades.
Toda la humanidad está llamada a reconocer al Dios de la vida y servirlo en su
familia. María, la mujer que supo entregarse generosamente y para siempre al
encargo divino, acompañe este proceso de crecimiento en la fe frente al
misterio de la Santísima Trinidad.
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