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Byron Uriel Calero, cmf., nicaragüense de 34 años de edad. Profeso de la Congregación Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María I año de Teología |
Byron Uriel Calero, cmf.
Jesús inicia este Evangelio (Mt 10, 26-33) exhortando a sus discípulos a “no tener miedo”, la verdad ya está dada y ellos como fieles testigos han de proclamar esta Buena Noticia. De cierta manera, estas palabras no son tan fácil de digerir, es un reto ya que la primera comunidad cristiana también tiene en cuenta que su maestro ha sido ejecutado, pero les ha ido forjando en el caminar discipular precisamente para que no se hicieran falsas ilusiones.
Con
estas palabras de Jesús, está claro que todos los que nos atrevemos a seguir
con radicalidad su Proyecto, corremos el riesgo de compartir de alguna manera
su misma suerte. Esto no nos debe robar la tranquilidad, porque quien nos envía
a la misión, nos dará la fuerza necesaria para asumir con valentía los retos de
la vida discipular. Por eso, Jesús insiste varias veces en este Evangelio a “no
tener miedo”. Si nos dejamos amedrentar por el miedo nos paralizamos, el
proyecto del Reino no avanza, el mensaje de Buena Nueva se estanca y el
misterio de Dios, su amor misericordioso para con todos no sale a la luz, queda
escondido y la verdad plena sigue encubierta.
Se
debe tener presente que el miedo pone una barrera entre el ser humano y Dios.
Si le damos cabida se apodera de nosotros y en nuestro corazón crece la
desconfianza, la inseguridad. Es aquí donde perdemos la libertad interior. Lamentablemente
en nuestra sociedad hay diversos miedos que hacen sufrir en el silencio a
muchas personas y atrapados en él, pierden de vista a Dios dejándolo en segundo
lugar; siendo así, la vida se apaga poco a poco, se pierde la esperanza y la
alegría va desapareciendo.
Nuestros
pueblos atemorizados por muchos poderes que buscan su propio bienestar,
plagados de injusticia y corrupción se olvidan de su deber de garantizar una
vida más justa para aquellos más necesitados. Por eso, el compromiso cristiano
nos debe interpelar a no callar, sino, que debemos alzar nuestras voces para
que dejemos la pasividad, asumamos responsabilidades y tengamos el coraje de
asumir riesgos como muchos mártires que han ofrendado sus vidas anunciando la Buena
Noticia, pero también, denunciando con valentía las injusticias que lapidan a
los más pobres e indefensos.
Jesús
insiste: “no tengan miedo”, quien se pone de su parte nada ha de temer. A la
vez nos invita a reconocerle, pero, que difícil se nos hace reconocerle en el
hermano enfermo, necesitado, en aquel ancianito olvidado o en tantos rostros
que a diario nos encontramos en la propia familia, en la comunidad cristiana,
en la calle. Este tiempo de incertidumbre a causa de muchos virus que nos
amenazan, tenemos que poseer una fe robusta para ir en contra del miedo y creer
que un futuro mejor es posible.
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