09 mayo, 2020

Jesús, camino que conduce a la vida


Evangelio según San Juan 14, 1-12

David Martínez, cmf., hondureño de 32 años de edad.
profeso de la Congregación Misioneros
 Hijos del Inmaculado Corazón de María,
IV año de Teología

Las lecturas de este quinto domingo de pascua nos proponen tres pilares fundamentales para el seguimiento: camino, verdad y vida. Es la propuesta de la comunidad joanea en entorno a su experiencia con Jesús resucitado. En todo momento comunitario y, especialmente aquellos instantes que se tornan oscuros, llenos de dudas y de incomprensiones, nuestro centro debería ser Jesús. La presencia de Jesús vivo, abre caminos de esperanza y de fe; su estar entre nosotros es signo vida.  El Dios que revela Jesús es respuesta para los momentos más críticos de la existencia, estar en Él, es estar en el camino. Sabemos bien, que nuestros tiempos están marcados por el dolor, la angustia, el hambre, la muerte, la soledad, la pobreza, la indiferencia y la enfermedad; sin embargo, muchos pasan de largo. El encuentro con el resucitado trae nuevos tiempos, Él mismo nos lo dice: “no pierdan la paz”.
En esta misma sintonía, el camino de Jesús marca nuevas posibilidades. Sobresale la dignidad, la equidad, el bien del otro, con la promesa de, “muchas habitaciones” donde Él mismo nos prepara “el sitio”. Para ello, es necesario conocer al Jesús que seguimos, desconocerlo provoca ceguera, incapacidad, ignorancia, al momento de experimentarlo en la vida cotidiana. A los mismos discípulos les era difícil comprender, que, estar con Jesús es estar ya, en ese camino que conduce a la vida. Esto lo vemos reflejado en la pregunta de Tomás: ¿cómo podemos saber el camino? Jesús le responde: “Yo soy el camino la verdad y la vida”. Pero, su misma ceguera les imposibilita reconocerle como único camino que lleva al Padre; ante ello, Felipe le dice: “muéstranos al Padre y eso nos basta”. La respuesta de Jesús es “que el que le ha visto a él, ha visto al Padre”. Hoy en día, ¿cuáles son las cegueras que me impiden reconocer al Hijo del Padre en mí caminar? Decimos seguir a Jesús, pero somos incapaces de reconocerle, en la caricia de una madre a su hijo por ejemplo. Esta es, a mi juicio, una de las imágenes de Dios reflejadas en este evangelio.
En este sentido, permítanme hacer una analogía, la cual considero tiene relación con el final de la enseñanza de Jesús: “el que crea en mí hará las obras que hago yo y las hará aún mayores porque yo me voy al padre”.  Los caminos de Dios están marcados por una riqueza de vida expresada en amor, cariño, ternura, sacrificio, dolor, hambre, desvelos etc. Pero estas, pueden pasar por alto en la vida ordinaria; porque seguimos con la necedad de ver al Señor solo en lo trascendente. Sin darnos cuenta, que esas obras mayores de las que habla Jesús son tejidas por manos encallecidas por el trabajo, por una vida de desvelos, lágrimas, dolor, sufrimiento, rechazo e incomprensión. Todas las palabras antes dichas, se condensan en la imagen del Padre que revela Jesús en su Evangelio; se reafirman o revelan en la palabra ¡Madre!
¿Quién después de Jesús en simbolizar la humanidad de Dios en la vida ordinaria?, yo diría que la figura de una Madre. Y, aquel que no es capaz de verlo es un ciego. Ellas han hecho cosas mayores, las cuales han sido descritas en esta reflexión, por ello, son la perfecta analogía de las cosas enseñadas por Jesús, desde la ternura y manifestación de Dios a la humanidad. Desde este anuncio de vida, felicitamos a las Madres salvadoreñas, hondureñas y guatemaltecas hoy 10 de mayo; y con ellas, a todas las madres del mundo. Quienes, desde su entrega diaria, son testimonio vivo de las palabras de Jesús: camino, verdad y vida.

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