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Jorge Morales, cmf; nicaragüense de 22 años de edad. Neoprofeso de la Congregación Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, I año de Teología |
El evangelio de hoy (Mt 28,16-20) nos invita a ser
misioneros. El subir al monte es llenarse de Dios, de su Espíritu y, nos
capacita para ser enviados. Es por eso que, como seguidores de Jesús, no
podemos quedarnos solo con la contemplación, ya que se minimiza su valor cuando
no va acompañada de un testimonio de vida. Jesús supo conjugar la contemplación
y su acción luego lo enseñó a sus discípulos.
El Evangelio refleja una dimensión muy importante para
nosotros misioneros claretianos, el ser “Oyentes y Servidores de la Palabra”.
Los discípulos han sabido escuchar la voz de Jesús que les llama, “aunque
algunos titubeaban”. Esta experiencia de llamada y envió no la debemos reducir
solo a los presbíteros, religiosos o religiosas, es el bautismo el que nos da
la gracia de ser misioneros evangelizadores; muchas veces, caemos en la
comodidad y no queremos salir de nuestras zonas de confort, ya que estamos
acomodados y no queremos que nada ni nadie nos desestabilice. Sin embargo, la
llamada de Jesús nos viene a hamaquear -como cuando nos ponemos de pie en un
cayuco en alta mar-, nos estremece con sus palabras.
Como Oyentes y Servidores de la Palabra, debemos
dejarnos tocar por Jesús, que se acerque a nosotros; que Él sea nuestro centro y,
aunque caminemos a tientas, dejemos que Él sea nuestra guía. En varias
ocasiones, nos ha tocado escuchar a la gente en sus dolores y en sus crisis,
estamos llamados a valorar este tiempo. El Papa Francisco dice que: “sepamos
perder el tiempo con ellos”, especialmente con los jóvenes, que hoy en día
buscan que alguien les oriente en su caminar diario.
¡Somos Misioneros!, esta es nuestra identidad y la
hemos recibido como mandato del mismo Jesús. Enseñar es nuestra tarea, no es
cualquier enseñanza, es mostrar a ese Jesús que ha resucitado y vive entre
nosotros; ese Jesús que quiere que su proyecto del Reino llegue a todos sin
exclusión alguna. Es por eso, que nos pide hacer más discípulos por medio del
bautismo; debemos recordar que como bautizados, todos somos misioneros, todos
participamos de la misión encomendada por Jesús a sus seguidores.
El evangelio termina con esta frase: “sepan que yo
estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”. Dios en Jesús
ha cumplido su promesa, ahora Jesús la sigue cumpliendo por medio del Espíritu.
No lo olvidemos, somos misioneros y misioneras, es nuestra identidad de
bautizados en el Espíritu. Aprendamos a ser Oyentes y Servidores de la Palabra,
en este momento en que nos toca vivir. “Escuchemos a Dios donde la vida clama,
ahí el Señor nos llama”, no seamos sordos a su voz y aunque titubemos no nos
desanimemos.
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