26 abril, 2020

REFLEXIÓN DOMINICAL: 26 DE ABRIL DE 2020


 La compañía del resucitado en Emaús (Lc 24,13-35)

Norlan A. Ramires, cmf., nicaragüense de  35 años de edad.
profeso de la Congregación Misioneros
 Hijos del Inmaculado Corazón de María,
IV año de Teología.
Por Norlan Antonio Ramíres, cmf

En este III domingo de pascua, Jesús nos sigue interpelando con su nuevo proyecto de vida. En este relato evangélico, Jesús pone en tela de juicio nuestra actitud como cristianos; tres actitudes fundamentales se nos presentan en este Evangelio: el llamado a la esperanza, el dejarnos impactar por su mensaje y la sensibilidad para reconocer a Cristo en los gestos concretos de nuestra vida.
En un primer momento, se nos presenta a dos de los discípulos de Jesús, comentando lo sucedido en Jerusalén. Van desconcertados, han perdido la ilusión, sobre todo la esperanza, dejando entrever, la sequedad de nuestra vida de fe, y la falta de confianza en la voluntad del Padre. Cuando no hay esa confianza en el padre y nos aferramos a nuestros criterios humanos, nuestra vida como creyentes, se torna confusa, un callejón sin salida. Cuando la vida del cristiano está carente de fe, su vida termina en decepción, en frustración y tristeza.
En medio de nuestras angustias, siempre está la compañía del Padre, que para experimentarla es necesario dejarnos acompañar. Mientras los discípulos van distraídos, con actitud de derrotados y humillados, Jesús se pone a caminar con ellos y les dice: “¿De qué van conversando por el camino?”; Jesús entiende de sufrimientos, de tristezas y humillación, por lo tanto, comprende el sentirse abandonado. Con la misma pregunta que Jesús dirigió a los dos discípulos, nos quiere decir hoy también: ¿por qué se distraen en cosas que les perturba la vida como cristianos, como creyentes? ¿Qué es lo que nos distrae y nos obstaculiza la novedad de Jesús que es el amor y la solidaridad?
Jesús, como un buen pedagogo, se pone a explicarle las escrituras. Es decir, comienza a rectificar el camino del discípulo. La Escritura se convierte para todo cristiano, en nuestro mapa, nuestra brújula que va guiando nuestros pasos. Con este gesto pone en evidencia que nuestra vida de fe debe ser una continua formación, un dejarnos guiar por el Espíritu. Ya lo dice el canto, la Biblia es palabra de vida. En esta tónica, nuestra vida debe estar fundamentada y alimentada en la Palabra; este es un alimento que poco lo reconocemos, porque nuestros apetitos son otras cosas, fácil mente nos dejamos llevar por el sabor perverso del mundo.
Otro de los gestos hermosos de Jesús que nos conmueve, es la actitud de sentarse a la mesa a compartir el pan con los discípulos. La vida nuestra, es una experiencia de compartir con los demás. Esta es la actitud que todo bautizado debe asumir, estar siempre al servicio del prójimo. La Eucaristía es una gracia, pero al mismo tiempo es un desafío. No se trata de vivir en ambigüedades, sino de una vida coherente, buscando siempre la comunión con el otro, la otra, sin esperar nada a cambio. Esta propuesta de Jesús, es una dura crítica para las políticas de este mundo, que nos incita al individualismo, egoísmo, haciéndonos cada vez más encorvados, sin poder ver las necesidades del prójimo. 
Pidamos pues hermanos y hermanas, que nuestra vida sea siempre una Eucarística, de modo que podamos darnos y repartirnos como pan a los demás.   

22 abril, 2020

¿ES LA NATURALEZA LA QUE ESTÁ ENFERMA?: DÍA DE LA MADRE TIERRA

“Y los bendijo Dios y les dijo: Sean fecundos, multiplíquense,   llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los animales que se mueven sobre la tierra”.[1]


 Bismark Sánchez, cmf., nicaragüense de 26 años de edad.
profeso de la Congregación Misioneros
 Hijos del Inmaculado Corazón de María,
IV año de Teología.

Por Bismark Sánchez Córdoba, CMF



La naturaleza se enfrenta a graves problemas que el ser humano se los está provocando, a causa de una sed de poder que tiene por dominar a los demás seres vivos. Con esto deja en evidencia que el hombre, es capaz de oprimir, destruir, manipular a los otros seres humanos, se ha creado una indiferencia con las otras criaturas.  El hombre ha puesto a la naturaleza en riesgo de muerte, es por eso, que ella gime dolores de parto, como una mujer cuando está a punto de dar a luz una criatura, pero nadie sale al rescate para liberarla. Ante esta realidad, es preciso decir: ¡basta ya! de contaminación de ríos, lagos, despales, incendios forestales, etc.
Por ello, me atrevo a decir que, no es la naturaleza la que está enferma sino el ser humano, que con su sed de poder quiere acabar lo creado por Dios. El hombre por ser imagen de Dios, porque se le ha encargado ser administrador de la creación, se cree el que hace y deshace, sin embargo, él está llamado a ser administrador responsable, cuidar y proteger la creación. Esta tarea, pues, es muy compleja pero el hombre debe instaurar nuevas relaciones con el medio ambiente, crear una sociedad llena de igualdad, más justa y solidaria.
Plantear esta idea de ecología en las Universidades pareciera absurdo, porque es como si no tuvieran nada que reflexionar. Pareciera que el tema de la contaminación del medio ambiente, la explotación depredadora le correspondiera a las ONG's, y no a toda una sociedad que se ve vulnerable. Este desafío, pues, es muy complejo, pero tampoco es imposible, aunque nadie tiene las recetas médicas para hacerle frente, pero sí, es necesario trabajar todos en conjunto para el bienestar de todos, principalmente los más endebles.
Es urgente, impulsar nuevos proyectos de producción, de consumo para que se respete el medio ambiente, hacer frente a una teología ecológica.
Es verdad que, hoy tenemos una realidad que es latente y que pone en juicio la racionalidad y la avaricia del ser humano. Pero frente a la realidad de pandemia que vivimos los seres humanos, me planteo la siguiente pregunta: ¿es el momento oportuno, para que este virus llegara y llevara al ser humano a casa, a reflexionar sobre lo que ha cosechado hasta hoy con la creación que Dios ha donado gratuitamente? No hace mucho que la Amazonia estuvo viviendo fuertemente este tipo de pandemia, hoy le toca al hombre replantearse su modo de vida personal y su relación con la creación.
En conclusión, con la naturaleza estamos llamados a asumir la condición de creatura, evitando la deshumanización, de dominar al más débil. La creación se nos ha entregado a todos por igual.

[1] Schökel, Luis A., La Biblia de Nuestro Pueblo. Ediciones mensajeros, Bilbao, España, 11ª edición, 2010, (Gn 1, 28).


18 abril, 2020

II Domingo de Pascua y de la Misericordia


Juan 20, 19-31

Josué Lemus, cmf., hondureño de 31 años de edad.
profeso de la Congregación Misioneros
 Hijos del Inmaculado Corazón de María,
IV año de Teología.
E. Josué Lemus, cmf.

Los discípulos encerrados por miedo a los judíos. Esto sucede con frecuencia, cuando no comprendemos lo que está pasando, nos asalta el miedo y la primera reacción es encerrarnos en nuestras estructuras, sin dar lugar a la novedad de Cristo. El miedo se debe a que tenemos puesta la mirada en nosotros mismos, en nuestras fuerzas humanas, creyendo que todo es voluntarismo. Cuando nos percatamos, que, la misión no depende plenamente de nosotros, entendemos lo que debemos hacer.
Jesús se coloca en medio de la comunidad y les da la paz. Hoy el resucitado se está en medio de las familias, de las comunidades religiosas. Él quiere que seamos constructores de paz, nos invita a dejar el miedo y la confusión. Nos anima a volver la mirada a Él, ya que en la medida que Jesús resucitado sea el centro de nuestras comunidades y familias, ahí habrá paz.
Envío de los discípulos con la fuerza del Espíritu Santo para practicar la misericordia. Como El Hijo fue enviado a revelar al Padre y ser la misericordia encarnada, así somos enviados los cristianos a contagiar la alegría de la resurrección. En la medida en que nos abrimos a la misericordia de Dios, nos capacitamos para ser misericordiosos con nuestros semejantes.
Hemos visto al Señor. Es la frase con la que los apóstoles comunican su experiencia del resucitado a Tomás, pero éste reclama señales para poder creer, porque se ha quedado solo en la razón sin bajar a su corazón. Es lo que muchas veces hacemos, cuando reclamamos a señales para creer que Dios está actuando en la historia, ignorando los verdaderos signos que se nos dan a diario.
Dichosos los que creen sin haber visto. Jesús con esta bienaventuranza nos pide dar el salto de una fe condicionada que se basa solamente en señales, a una fe madura y firme. Juan, retoma el objetivo central de su Evangelio, creer en Jesucristo, el Mesías, el Hijo de Dios. Por tanto, creyendo solo en Él, logramos que todos los pueblos tengan vida digna y en abundancia.
María de Nazaret hizo vida esta bienaventuranza con el “hágase en mí según tu Palabra”. Su prima Isabel le reconoce y le llama dichosa por haber creído, ella supo abrir el corazón a la Palabra de Dios. Ella nos acompaña en el camino hacia su Hijo.
¡Feliz Pascua de Resurrección!

12 abril, 2020

Reflexión Dominical: 12 de abril


¡Aleluya, aleluya! El Señor resucitó


Byron Uriel Calero, cmf., nicaragüense de 35 años de edad.
profeso de la Congregación Misioneros
 Hijos del Inmaculado Corazón de María
I año de Teología.
E. Byron Uriel Calero,  cmf

Este grito de alegría, es la mejor noticia que los cristianos debemos pregonar y dejarnos contagiar por lo positivo, por la vida; al igual que María Magdalena, “primera testigo de la resurrección”; seamos también nosotros portadores de Buena Nueva y pregonemos con alegría que ¡Jesús ha resucitado!
Luego de haber vivido un tiempo fuerte de conversión y habernos visto dentro de nosotros mismos, ahora es momento de gozarnos en la presencia de Dios por haber resucitado a su Hijo, Él que ha vencido la muerte y ha triunfado victorioso para darnos vida en plenitud.
Los discípulos antes de encontrarse con Jesús resucitado, vivieron en la incertidumbre, en el desconcierto; pero, al ser testigos de su resurrección son capaces de pregonar y gritar al mundo que Cristo Jesús ha resucitado.  En este tiempo de desesperación por el COVID-19, es momento también de contagiarnos de Buenas Noticias y ver lo positivo que podemos sacar luego de tantos sufrimientos; ojalá podamos abrirnos a la experiencia de la resurrección y proclamar juntos desde nuestros hogares, con nuestras familias ¡Jesús ha resucitado! y ha resucitado para quedarse en nuestras vidas.
Al resucitado hay que buscarle donde hay vida, hay que buscarle en las familias y comunidades que, cada día, van construyendo lazos de solidaridad con los rostros del Jesús que sufre y que ponen al resucitado como centro de sus vidas. El que ha resucitado vive, y si vive no lo encontramos en una fe dormida, estancada; sino, en nuevas relaciones de hermandad, en la identificación con su proyecto de vida y salvación.
Dios es amigo de la vida; por tanto, no se identifica con quienes la destruyen, Dios se identifica con los crucificados de cada día, no con los verdugos; por eso, como cristianos creyentes en un Jesús resucitado debemos poner vida donde otros ponen solo muerte.
Creer en el resucitado es acercarnos con esperanza a tantas personas que padecen, sufren, que siguen siendo crucificados por la injusticia. Creer en el resucitado es confiar que nuestros esfuerzos por querer ver un mundo más humano, más fraterno, no serán esfuerzos vacíos, sino motivos de alegría para hacer vida el reino de Dios.
La resurrección, es creer en el Dios de la vida. Por eso, hay que dejarse contagiar por el virus de la resurrección, por el mensaje consolador de la Pascua y dejarnos impregnar por su luz que destruye las tinieblas. Jesús ha resucitado, y este resucitado camina junto a su pueblo que le ama y que invoca su presencia.

05 abril, 2020

EN TIEMPO DE CORONA VIRUS “COVID-19”: DOMINGO DE RAMOS

“Dios mío, Dios Mío,
¿por qué me has abandonado?”.[1]

 Bismark Sánchez, cmf., nicaragüense de 26 años de edad.
profeso de la Congregación Misioneros
 Hijos del Inmaculado Corazón de María,
IV año de Teología.

E. Bismark Sánchez Córdoba, cmf

La liturgia de este Domingo, nos hace profundizar en la entrada procesional de Jesús hacia Jerusalén, montado en un burrito (Mt 21,1-11), que fue acompañada por un sinnúmero de gente sencilla, “algunos cortaban ramas de los árboles y las tendían a su paso. Los que le seguían gritaban, incluso de sus propios discípulos: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” (Mt 21,8-9). Además, a esta celebración, se suma el relato de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo (Mt 26,14-27.66), en donde le acompañan Judas, el que lo iba a entregar, Pedro que lo niega tres veces, aunque él lo niega que no lo va a hacer, “aunque tenga que morir contigo, no te negaré” (Mt 26,35), Pilato que hace la función de procurador, los sumos sacerdotes que piden que lo crucifiquen.
Me gustaría detenerme en cada versículo que nos presentan estos dos relatos, porque están cargados de signos, símbolos proféticos, mística, miedo, sueño, sentido de oración profunda y constante, pero, esto requiere hacer una lectura más minuciosa de los textos. Luego, que estos textos nos comprometen con un verdadero seguimiento a Jesús, que no es algo teórico o abstracto. El compromiso es seguir sus pasos, con el fin de humanizar la vida, y contribuir a que poco a poco, se vaya haciendo realidad el proyecto del reino de Dios y su justicia entre nosotros.
Frente a una realidad, llena de pobreza, dolor, angustia, torturas, contagios de pandemia, el seguimiento a Jesús pone en camino a cada cristiano, lo introduce en el mundo de la justicia, a reclamar compasión donde hay indiferencia y sembrar la semilla de la esperanza ante los que sufren. ¡Menos pánico! En tiempos en que la vida la vemos oscura, somos llamados a ser hombres y mujeres de bien, a solidarizarnos con los sufrientes. Esto exige construir comunidades donde se viva con el proyecto de Jesús, con su espíritu y sus actitudes.
Seguir así a Jesús trae consigo, tarde o temprano, conflictos, problemas y sufrimiento. Pero la finalidad de nuestra misión, es transportar a los feligreses a la contemplación del misterio de la muerte, hacer que la vida florezca, haya esperanza. Conviene cultivar espacios de silencio como los que tuvo Jesús a solas.
Pensemos en el silencio de tantas personas que están en los hospitales cumpliendo cuarentena, que su silencio sea el grito de Jesús, que clama al Padre el maltrato que reciben cuando no tienen las mejores condiciones para ser asistidos, pensemos en las familias que están sin ningún centavo para comprarse alimento, medicina, pensemos en los migrantes que en este tiempo de pandemia, y porque no los dejan pasar en las fronteras, se ven obligados a retornar a sus casas, con las manos vacías, con el sueño apagado, pensemos en el grito de la Amazonía que por irresponsabilidad de la humanidad hoy está gimiendo dolores como de parto, así tantas otras realidades que nos interpelan. No dejemos de orar, y en la medida de lo posible seamos asistentes del dolor. No seres indiferentes como Pedro que queriendo pasarse de bueno, lo niega tres veces, los demás discípulos huyeron de la realidad que vivía Jesús, las amigas estaban solo de espectadoras ante el sufrimiento, los que pasaban cerca de la cruz lo insultaban.
Este camino hacia la cruz no es nada fácil, pero en medio del abandono y la oscuridad hay que caminar, hay que dar ese grito fuerte de libertad, justicia, y dignidad, tal como Jesús lo expresó desde la cruz. Con la resurrección de Jesús, el Padre anuncia al mundo la Nueva vida. Que al final de nuestra vida, expresemos de viva voz, la identidad de Jesús, así como el pagano: “Realmente éste era Hijo de Dios” (Mt 27,54).
El relato de la Pasión nos muestra a Jesús que entra en la muerte rezando, expresando el abandono de quienes lo seguían. Seguir a Jesús es una tarea apasionante: es difícil imaginar una vida más digna y noble, pero es más difícil cuando hacemos de nuestra vida un acomodamiento sin importar las necesidades de los demás. Para seguir a Jesús, es importante desconectarse del teléfono, apegos viciosos, “hacer”, hacer un mundo más justo y más humano; hacer una Iglesia más apegada a Jesús y más coherente con el evangelio.
En la vida de Jesús, le marcó tanto, la falta de trabajo digno para todos, la falta de amor con quienes se relacionaba. Se acercó a los últimos y se hizo uno de ellos. También él viviría sin familia, sin techo y sin trabajo. Curó a los que encontró enfermos, abrazó a sus hijos, tocó a los que nadie tocaba, se sentó a la mesa con ellos y a todos les devolvió la dignidad. Para los poderosos de su tiempo, se convirtió en el hombre más peligroso, por eso, había que eliminarlo, ejecutarlo, y como no decirlo, llevarlo a la muerte en cruz. Un hombre así siempre es una amenaza en una sociedad que ignora a los últimos. Pero hace falta que surjan este tipo de profetas, sin olvidar a los que nos han precedido, como son: San Romero, Mons. Gerardi, P. Rutilio y compañeros, Catequistas, Delegados de la Palabra, entre otros.
Por último, quiero decir que, en el grito de ese hombre deshonrado, torturado y ejecutado, pero abierto a todos sin excluir a nadie, está la verdad última de la vida. En el amor impotente de ese crucificado está Dios mismo, identificado con todos los que sufren y gritando contra las injusticias, abusos y torturas de todos los tiempos. Para creer en este Dios, es necesario, tener compasión.

[1] Schökel, Luis A., La Biblia de Nuestro Pueblo. Ediciones mensajeros, Bilbao, España, 11ª edición, 2010, (Salmo 21).