29 marzo, 2020

REFLEXIÓN DEL V DOMINGO DE CUARESMA


Te sacaré de la muerte
y te infundiré mi espíritu de vida

Josué Lemus, cmf., hondureño de 31 años de edad.
profeso de la Congregación Misioneros
 Hijos del Inmaculado Corazón de María,
IV año de Teología.
E. Josué Lemus, cmf

Este quinto domingo de cuaresma, las lecturas nos remiten al Dios fiel que cumple sus promesas y da vida con su Espíritu. La promesa pronunciada por el profeta Ezequiel, la vemos concretizada en el Evangelio de Juan y la confirma el apóstol Pablo en su carta a los Romanos.  
El evangelista Juan le llama signos a las acciones milagrosas de Jesús, el objetivo del signo es mostrar una realidad que está más allá de lo que aparece y que se revela en Jesús, el reino de Dios. En esta ocasión el signo es la resurrección de un muerto.
Mientras Jesús está en su misión, las hermanas de Lázaro le envían la noticia que su hermano está enfermo, Él da a conocer el objetivo de la enfermedad de su amigo, “este padecimiento no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios”. Los discípulos no entienden a qué se refiere Jesús,  sin embargo, con valentía siguen al maestro a Betania a casa de Martha, María y Lázaro. Al llegar al lugar, Juan nos muestra a un Jesús humano, sensible ante la realidad de dolor del otro, incluso llora por su amigo.
Las dos mujeres también tienen un protagonismo singular, Martha hace su confesión de fe diciendo al Maestro, “yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”, una fe necesaria para que la acción de Dios tenga éxito en nuestra vida. María por su parte corre a toda prisa y se echó a los pies del maestro a llorar, Jesús pregunta donde lo han puesto.
Llevan a Jesús ante el sepulcro, Él pide mover la piedra para dar paso a la vida. En nuestra sociedad,  también hay piedras que no permiten que Dios libere y revitalice a tantos oprimidos y empobrecidos por el sistema.  La Palabra de Jesús tiene el poder para darnos vida, levantarnos del miedo, de la desesperanza, de la falta de fe, solo quitando la piedra podemos experimentar el amor de Dios actuando. 
El compromiso de los cristianos es transmitir la vida que solo Dios da por medio de su Hijo Jesús. En la medida que el Espíritu de Dios nos habite, el mundo sentirá la presencia de Jesús en todas las realidades de muerte que causan mucho dolor.
Todo es presencia y gracia, María la fiel discípula camina con nosotros.

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