Te sacaré
de la muerte
y te
infundiré mi espíritu de vida
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Josué Lemus, cmf., hondureño de 31 años de edad. profeso de la Congregación Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, IV año de Teología. |
Este quinto
domingo de cuaresma, las lecturas nos remiten al Dios fiel que cumple sus
promesas y da vida con su Espíritu. La promesa pronunciada por el profeta
Ezequiel, la vemos concretizada en el Evangelio de Juan y la confirma el
apóstol Pablo en su carta a los Romanos.
El evangelista
Juan le llama signos a las acciones milagrosas de Jesús, el objetivo del signo
es mostrar una realidad que está más allá de lo que aparece y que se revela en
Jesús, el reino de Dios. En esta ocasión el signo es la resurrección de un
muerto.
Mientras Jesús
está en su misión, las hermanas de Lázaro le envían la noticia que su hermano
está enfermo, Él da a conocer el objetivo de la enfermedad de su amigo, “este padecimiento
no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios”. Los
discípulos no entienden a qué se refiere Jesús, sin embargo, con valentía siguen
al maestro a Betania a casa de Martha, María y Lázaro. Al llegar al lugar, Juan
nos muestra a un Jesús humano, sensible ante la realidad de dolor del otro,
incluso llora por su amigo.
Las dos mujeres
también tienen un protagonismo singular, Martha hace su confesión de fe
diciendo al Maestro, “yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”, una fe
necesaria para que la acción de Dios tenga éxito en nuestra vida. María por su
parte corre a toda prisa y se echó a los pies del maestro a llorar, Jesús
pregunta donde lo han puesto.
Llevan a Jesús
ante el sepulcro, Él pide mover la piedra para dar paso a la vida. En nuestra
sociedad, también hay piedras que no permiten que Dios libere y revitalice a
tantos oprimidos y empobrecidos por el sistema. La Palabra de Jesús tiene el poder para darnos
vida, levantarnos del miedo, de la desesperanza, de la falta de fe, solo
quitando la piedra podemos experimentar el amor de Dios actuando.
El compromiso de
los cristianos es transmitir la vida que solo Dios da por medio de su Hijo
Jesús. En la medida que el Espíritu de Dios nos habite, el mundo sentirá la
presencia de Jesús en todas las realidades de muerte que causan mucho dolor.
Todo es presencia
y gracia, María la fiel discípula camina con nosotros.
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