La
cita del Evangelio de hoy es muy hermosa, porque la podemos relacionar
fácilmente con nuestro quehacer diario, especialmente en los oficios domésticos.
El Evangelio recrea la escena de dos hijos del dueño de una viña. Este padre,
le pide a unos de sus hijos que vaya a trabajar a la viña, el primero le dice
sí, pero no va; le ordena al otro hijo que vaya y le responde un no rotundo,
pero se arrepiente y obedece la orden del padre.
Esta situación se parece cuando le decimos
a nuestros hijos, primero a uno: ¡ve y saca la basura de la casa y llévala que
se acerca el camión!, le dice sí, pero nunca sacó la bolsa de basura, quedando
siempre en su sitio. Al día siguiente el padre le dice a otro hijo, ¡ve saca la
basura que viene el camión!, este enojado le dice no, pero termina haciendo lo
que su padre le pide.
Dios Padre-Madre, se fija en
nosotros porque conoce nuestras capacidades y virtudes, ya que Él mismo nos las
dio. Nos invita a trabajar en su viña y, sin duda, accedemos a su invitación.
Pero la gran pregunta es: ¿hacemos realmente lo que Dios nos pide en su viña?
¿Seguimos sus instrucciones para cumplir el Reino en esta vida desde las pautas
que Él nos da? O alguna vez termino haciendo lo que me da la gana.
Otros somos hijos rebeldes, cuando Dios
nos invita a trabajar en su viña, le decimos que ¡no moleste!, que no iremos,
porque estamos cansados de trabajar en aquello que es peor que el garbanzo para
ablandar. Sin embargo, el remordimiento no nos deja tranquilos y nos
arrepentimos de haberle dicho ¡no iré! Accedemos a su invitación y realizamos
el trabajo según la propuesta del Reino que Él nos invita, es decir, seguimos
su voluntad y no nuestro capricho.
Démosle gracias a Dios que siempre
se fía de nosotros para realizar su Reino aquí y ahora en la tierra. A pesar que
algunos somos tercos y nos da pereza o desilusión porque no vemos avanzar el
trabajo. Al mismo tiempo, que nos perdone por los momentos que terminamos haciendo
lo que según nuestra opinión es lo mejor y no su propuesta del Reino.