23 octubre, 2009

BOLETÍN 24

CLARET CENTINELA

P0r: Edgardo Guzmán, cmf

“Hijo de hombre, yo te he puesto como centinela de la casa de Israel. Oirás de mi boca la palabra y les darás la alarma de mi parte” (Ez 3,17)

Al celebrar un año más la fiesta de San Antonio María Claret me he preguntado por el significado que tiene para nosotros hoy su persona, su espiritualidad, su carisma misionero. El Padre General en la carta de octubre de este año nos invita a reflexionar entorno a uno de los textos que son claves para conocer la experiencia que tuvo de Dios el P. Fundador. Este texto forma parte del relato de la vocación de Ezequiel: “Sentía la voz del Señor que me llamaba a predicar”. (cf. Aut 119 - 120).

Lo que se quiere resaltar es la figura de Ezequiel como el “profeta - centinela” que ha sido llamado por Dios, que ha comido su palabra, ha saboreado su dulzura y por eso ha intuido sus exigencias. El Padre General nos propone esta imagen del centinela para que nos ayude a descubrir las distintas dimensiones de nuestra vocación misionera y la urgencia de vivirlas generosamente. Es a lo que nos ha invitado el reciente capitulo general a asumir con alegría, audacia y creatividad nuestra identidad y compromiso misionero.

Si hoy le preguntáramos al centinela qué ve, qué escucha, que anuncia en Centroamérica. Nos diría que ve según el mas reciente informe del PNUD la región más violenta del planeta, con una tasa promedio de 33 homicidios por cada 100 mil habitantes, que triplica la media mundial… nos diría que ve en medio de tanta muerte e injusticia muchos signos de vida y esperanza, nos diría que ve muchos pueblos que son su pobreza nos dan un mayor sentido de humanización.

Escucharía el grito de dolor de cientos de guatemaltecos/as que han muerto de hambre a causa de las sequías de este año, escucharía la voz de miles de hondureños y nicaragüenses incapaces de construir la armonía tan desea y necesaria en la profunda crisis política que viven. Escucharía en estos signos de los tiempos la voz de Dios que sigue proponiendo su Reino el que nos revelo Jesús, como el camino de la verdadera plenitud humana.

Pero el centinela, como Ezequiel, como Monseñor Romero, no sólo ve y escucha; también anuncia, proclama, grita. Su palabra es profética porque denuncia, condena, llama a la conversión; su palabra consuela, abre nuevos horizontes, plantea otras alternativas para la vida; su palabra celebra que Dios camina con los pobres, que la esperanza genera entusiasmo y motiva y que el amor tiene la última palabra.

En su momento histórico y en su contexto sociocultural Claret fue un centinela, nos recuerda el P. Abella, nosotros estamos llamados a serlo hoy.



LA FRAGUA: ITINERARIO ESPIRITUAL CLARETIANO

Por: Abel Carbajal, cmf

En la actualidad nos movemos en un mundo de caducidades, prácticamente todo es moda y por tanto, todo pasará y vendrá algo nuevo. Todos estamos expuestos a caer en esta dinámica, donde existe la supremacía de lo superficial sobre lo profundo. En este sentido, estamos urgidos de una base que sostenga nuestra vida, nuestros proyectos y utopías. Específicamente el tema que nos interesa aquí sin darle más vueltas al asunto es el de la espiritualidad. Una espiritualidad que tenga una base sólida, por tanto, no puede ser cualquier cosa. Si nos asomamos al mundo de lo espiritual, no cabe duda que encontraremos un sin fin de experiencias que se les llama espiritualidad. Pues dentro de la Iglesia católica nuestra Congregación Misionera tiene su propio camino espiritual.

Pero, ¿Cuál es este camino? Pues, consiste básicamente en lo que el P. Claret llamó “La Fragua”. Esta alegoría fue la que utilizó cuando quiso explicarnos su itinerario espiritual. Nos centraremos aquí en descubrir los núcleos fundamentales que la fragua sigue como métodos para el camino y que partiendo de un punto cero son tres: Quid Prodest, Patris Mei, Caritas Christi y Spiritus Domini. Son cuatro bases netamente bíblicas, como debe ser por nuestro carisma fundamentado en la Palabra.

Comencemos pues, por el núcleo cero, el “Quid Prodest” (Mt 16, 26) “¿De qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su vida?” Este aspecto del evangelio marcó el inicio de la vocación del P. Claret (Aut 68) Lo puso ante la encrucijada necesaria para decidir su futuro. Había triunfado en su campo de la fabricación, pero no se sentía del todo realizado; esto lo lanza a la búsqueda. Llamaremos a este encuentro de caminos: instalación-búsqueda, como ven son palabras antagónicas. Preguntémonos ahora por nuestra propia experiencia, ¿Cuál es nuestro Quid prodest? Ese que nos ha hecho optar por algo diferente a lo que hacíamos. Seguro que nos encontraremos, no con uno, sino con varios momentos en los que nos hemos planteado el problema: “de qué me vale…”

Como hemos dicho este de qué me vale, es el punto cero en la espiritualidad de la fragua. Creo que nos puede ayudar aquí la alegoría para entendernos mejor. En este sentido, el punto cero es la barra de hierro que el herrero toma como útil para realizar su obra, es el comienzo del proceso, la selección del buen hierro. Este es el inicio de una obra artesanal que deberá someterse a varias etapas necesarias para convertirse en una flecha lista para ser lanzada. En otros términos la barra, somos nosotros y el herrero es Dios que tiene un proyecto con cada uno. Fundamentalmente en esto consiste el núcleo cero, claro está que no lo podemos encasillar sólo en el ámbito vocacional, sino que es una dimensión esencialmente antropológica abarcando la totalidad del ser humano.

Pasemos ahora al núcleo primero de la fragua: el “Patris Mei” (Lc 2, 49) “¿No sabían que yo debo ocuparme de las cosas de mi Padre?” Este es en el taller del herrero el momento de sumergir la barra de hierro al fuego, es el momento de dejarse ablandar, de dejarse purificar. En la herrería espiritual es el momento de la experiencia profunda del amor de Dios que nos dispone para ser forjados. En la experiencia de nuestro Fundador esto se traduce en la búsqueda de la voluntad del Padre, aspecto que imita de Jesús de Nazaret, recordemos que él quería “imitar en todo a Jesús”. Inseparable a este elemento añadía otro no menos importante y que figura en el número 2 de nuestras Constituciones cuando se habla de que el objeto de nuestra Congregación es “buscar en todo la gloria de Dios”.

Esta dimensión fundamental ha estado presente desde los orígenes de la Iglesia, recordemos al gran San Irineo cuando dijo que “la gloria de Dios es que el hombre viva y la vida del hombre es la visión de Dios”. Más actualmente el profeta Romero reformuló la frase diciendo que “la gloria de Dios es que el pobre viva”. Ante esto cabe preguntarnos, ¿Cómo estamos encarnando este aspecto en nuestra vida? ¿Estamos realmente en las cosas del Padre, en el constante fuego que nos hace dóciles?

Sin duda alguna estas cuestiones nos ponen ante una nueva encrucijada que consiste en pasar de lo superficial a lo profundo. Es obvio que vivimos en una sociedad muy superficial, de modo que el reto es ¿Cómo pasar de lo superficial a lo profundo? Ante esto se nos proponen las siguientes claves, una antropológica y la otra teologal. La antropológica es el silencio, tan necesario para cualquier persona humana y prácticamente utilizado en todas las religiones. La teologal es la oración unida a la Palabra de Dios que es como el aire que aviva el fuego de nuestra entrega. Como ven el camino aparentemente es corto: silencio-oración, pero qué difícil es dar como mínimo el primer paso en esta sociedad tan envuelta en ruidos; tanto externos como internos y hay que señalar que sin el primero no hay según, sin silencio no hay oración. Todo esto ha de hacerse en orden a buscar la voluntad del Padre. (Aut 755).

Es la hora de nuestro segundo momento al que llamamos: “Caristas Christi” (2Cor 5,14) “El amor de Cristo me apremia”. Este aspecto nos es muy conocido ya que figura en el lema episcopal del Arzobispo Claret y que el mismo explica en la Autobiografía (212) Técnicamente este sería el elemento de la “Configuración con Cristo”. En la alegoría de la fragua, es el momento del yunque y el martillo, el momento de dejarse forjar lentamente. Cabe destacar que este momento implica un desandar el camino, es decir, un retornar al fuego, porque el proceso es paso a paso y así como la barra de hierro se enfría, nosotros también perdemos el calor y necesitamos volver a la experiencia del amor misericordioso de Dios, a las cosas del Padre para poder seguir siendo moldeados.

Nuestras referencias al igual que en todos los núcleos, son siempre Jesús y Claret, así que debemos tener la mirada en ellos. La encrucijada que aquí nos surge es: egoísmo-oblatividad (amor) ¿Cómo hacer el viaje de un aspecto al otro? Pues lo más elemental es salir de nosotros mismos. Hacer aquello que no hemos programado y que nos piden y que además no siempre nos agrada, es como morir a nosotros mismos. El otro elemento del camino es aunque no lo crean la Eucaristía, no como celebración meramente ritual y de cumplimiento, sino como una fuerza dinamizadora existencial a lo que llamaríamos vivir eucarísticamente o más simplificado vivir al servicio de los demás. En este sentido hemos de revisar nuestras actitudes descubriendo cuáles son los signos que como cristianos nos hacen donarnos a los demás, saliendo de nosotros mismos.

Pasemos ahora al punto tercero y último, es la hora del vuelo, la flecha terminada ha de ser lanzada, no se ha hecho para adorno. Es el momento de la misión, de la acción del Espíritu “Spiritus Domini” (Lc 4, 16-19) “El Espíritu del Señor está sobre mí…” Si echamos un vistazo a nuestro Fundador encontraremos que se siente enviado para anunciar la Buena Noticia. Podemos decir que toda la Autobiografía está jalonada del envío misionero; sólo para citar algún ejemplo: (113, 156, 698) Claret en su afán por imitar a Jesús se siente urgido, enviado, impulsado al trabajo, a las mediaciones y a la apertura misionera.

Esto también nos coloca ante una encrucijada, el problema de cómo ir de la pasividad a la creatividad. Pues para esto se propone un camino también de dos pasos: Primero el estudio, dividido en dos aspectos básicos: el aprendizaje de contenidos arduos con método, tiempo y esfuerzo. Luego el estudio de vidas ejemplares. Estas ponen carne a los conceptos. El segundo dinamismo es sin duda la misión con el adjetivo que ahora suena tanto “compartida”, además este es un aspecto que nos impulsa a salir de nosotros mismos. Para esto nos formamos. El camino espiritual fragua, como hemos visto concluye con el envío. No hemos de olvidar que la flecha es hecha y no sabe a donde será lanzada, por tanto va donde el arquero la envía, de igual manera nosotros nos formamos con disponibilidad universal.


BREVE RESEÑA DE LA VIDA DE CLARET:

En la villa industrial de SALLENT al norte de España, en la provincia de Cataluña nace el 23 de diciembre de 1807, ANTONIO CLARET.

Es el quinto hijo de una familia de once.

Fue bautizado el 25 de diciembre del mismo año.

Los textiles se convierten en su verdadera pasión.

Un domingo, el predicador en la misa repite las palabras del evangelio:

“¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si al final pierde su alma?”

Llamado por el Señor ingresó en el Seminario y se ordenó sacerdote en Vich en 1835.

Recorrió incansablemente Cataluña y la Islas Canarias predicando la Palabra de Dios.

En 1849 fundó la Congregación de Misioneros Claretianos.

En Octubre del mismo año es nombrado Obispo de Cuba, y evangeliza la Isla hasta 1857. En este tiempo funda la Congregación la Religiosas Claretianas.

Habiendo sufrido un atentado contra su vida, es llamado a Madrid para ser confesor de la reina Isabel II. Predica, aprovechando los viajes reales, por toda España.

Desterrado en 1869 por la Revolución, asiste en Roma al Concilio Vaticano I.

Muere en Fontfroide (Francia) el 24 de Octubre de 1870. Hasta allí le habían seguido la calumnia y la persecución.

Hombre de profunda oración, pastor celoso, evangelizador incansable, escritor fecundo y popular.

El lema de su escudo encierra la razón de su ser en la vida: "La caridad de Cristo nos urge".

ASÍ ES CLARET

Peregrino sin miedo a los caminos,
sencillo y sin nada para andar.
Con Palabra de fuego en sus labios,
de Cristo urgido por su amor.

Así es Claret: una vida para la misión,
y su misión es que todos tengan vida,
vida plena, vida abundante
en Jesús vida abundante.

Hombre de virtud y valor probados,
llamado a convertirse en servidor.
Fiel a Dios, a su fe y a sus hermanos.
Nacido para evangelizar.

Un corazón abierto a todo el mundo
apasionado por las almas y por Dios.
De Sallent, Cuba, Madrid, al destierro,
sin que nada arredre su andar.

Manso como hierro que se forja,
directo cual saeta contra el mal.
Formado y guiado por María,
Hijo de su Inmaculado Corazón.

Julio Daniel Arváez Polanco, cmf

5 comentarios:

  1. Hola chicos, que la pasen muy bien el día de hoy celebrando al fundador de la gran obra que es esta Congregación. El boletín está muy interesante. Nos da una visión desde nuestra realidad, una más espiritual y una más informitiva sobre el pensamiento del padre Claret. Que estén muy bien. Mantengan siempre ese ánimo y fortaleza en la vocación. Un abrazo.

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  2. Hola chicos, que la pasen muy bien el día de hoy celebrando al fundador de la gran obra que es esta Congregación. El boletín está muy interesante. Nos da una visión desde nuestra realidad, una más espiritual y una más informativa sobre el pensamiento del padre Claret. Que estén muy bien. Mantengan siempre ese ánimo y fortaleza en la vocación. Un abrazo desde Nicaragua

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  3. Que la pasen bien en este gran día... me ha gustado mucho el boletin, y pues todos estamos de fiesta por que de una u otra forma compartimos ese carisma claretiano... cuenten con mis oraciones para que ese espiritu misionero no se apague en ustedes...
    FELICIDADES...
    Elena Palacios

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  4. Gracias por posibilitarnos celebrar a San Antonio María con ustedes. Un abrazo.

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  5. muy interesante este boletin... y felicidades chicos... saludos desde tierra pinolera...mache

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