31 marzo, 2009

BOLETÍN 17

Procesión en la vigilia de Mons. Romero. 21 de marzo.

Personas en la vigilia frente a Catedral Metropolitana.

Fachada de Catedral.

Mons. Gregorio Rosa Chávez, Obispo Auxiliar de San Salvador.


UN LLAMADO A LA CONVERSIÓN

Hemos estado celebrando la pascua de Óscar Arnulfo Romero, obispo, pastor y mártir del pueblo salvadoreño y de América Latina. Durante el mes de marzo, hemos escuchado más a menudo sus palabras, que siguen teniendo actualidad profética en medio de la realidad de nuestros pueblos latinoamericanos. Prueba de ello, ha sido la gran cantidad de hermanos y hermanas que nos visitaron de diversos países del mundo que se unieron a nosotros y a nosotras en las diferentes actividades que se realizaron para la celebración del XXIX aniversario de su martirio.

Desde luego todas estas celebraciones en memoria de nuestro Romero de América no pueden, ni deben, quedarse como una actividad externa en la vida de los cristianos y cristianas, deben conducirnos a un compromiso más real y auténtico con la vida.

En este XXIX aniversario de Monseñor Romero podríamos preguntarnos: ¿Qué significa celebrar su Pascua? Ante esta pregunta algunos se manifestarán en contra de la figura y obra de Mons. Romero. Sin embargo, para quienes nos llamamos cristianos y para los que amamos la vida y creemos en un mundo distinto, celebrar a Romero se convierte en un llamado a la conversión profunda, un llamado a revisar nuestra vida cristiana, una invitación a poner en práctica las enseñanzas de Jesús de Nazaret.

En Mons. Romero tenemos a un hombre fiel a las enseñanzas de Jesús. Es por ello, que denunció con autoridad lo que no estaba bien en la sociedad salvadoreña. Era un hombre poseído por el Espíritu del Dios de Jesús que le ayudaba a discernir y a no equivocarse en sus decisiones, porque ante todo estaba la salvación de todo un pueblo. Ese mismo Espíritu le va a ayudar a ser honrado con la realidad, a no callarse y a no justificar la falta de desinterés y el desprecio por los más pobres. La honradez lo llevó a llevar ese peso de la realidad. La fuente de inspiración en la vida de Mons. Romero fue el Evangelio y la realidad que experimentaba su pueblo. Preguntémonos en este tiempo de cuaresma: ¿somos honrados con la realidad como lo fue Mons. Romero? ¿cómo podemos ser fieles a la realidad de nuestro país?, ¿qué signos y/o frutos de conversión nos está pidiendo el Señor en este tiempo?.

Abel Carbajal, cmf


ENTREVISTA CON MONSEÑOR GREGORIO ROSA CHÁVEZ

¿Qué ha significado para la Iglesia salvadoreña celebrar el XXIX aniversario del martirio de Monseñor Romero en medio del cambio político que está viviendo el país?

A mi me recordó lo que pasó hace 5 años. Me tocó presidir la misa frente a catedral y habían muchas caras tristes, muchas caras largas, recuerdo que la homilía se tituló: “Entre el temor y la esperanza”, esta vez pareciera que el título correcto sería: “La esperanza venció al miedo”, para tener una relación de las dos situaciones.

Yo no estuve en la misa de este año porque estaba fuera del país, celebrando a Monseñor Romero en Baltimore, EUA, pero sí estuve anoche (24) en la misa de la cripta y fue realmente muy especial, muy hermosa. Se nota pues, que mucha gente relaciona esta situación con Monseñor Romero y con esperanza. Falta ver cómo se combina eso con la parte histórica, la parte concreta, la parte de política, de procesos, etc.

¿Usted cree que en el Proyecto de Gobierno de Mauricio Funes, se incluirá el ideario de Monseñor Romero, tal cómo lo mencionó él mismo, la noche del 15 de marzo cuando aparecieron los primeros resultados electorales?

Si uno lee el discurso de Funes completo, porque se puede leer completo, uno nota que todo está hilvanado con la visión de Monseñor Romero y él expresamente habló de la opción preferencial por los pobres. Quiero contarte que una vez que me invitó a su programa en el Canal 12, yo llevaba el libro “Día a día con Monseñor Romero” y cité varios párrafos, al final se lo regalé a él y quedó muy agradecido de ese regalo. Decía que era lo mejor que le habían dado en mucho tiempo sobre Monseñor Romero, de modo que eso está clarísimo. Pero no basta con querer, hay que hacerle frente a muchas situaciones coyunturales concretas, no me cabe duda que él va a querer hacer un proyecto concreto con lo que Monseñor planteó como principios. Y él entiende bien lo que yo digo, que la Iglesia no puede ser sumisa tiene que ser crítica, saber apoyar lo bueno y también denunciar lo malo. Yo cité lo que pasó en el año 79 cuando vino el golpe militar y Monseñor dijo: “Reformas con represión no pueden ser la solución”.

¿Cuál será la actitud que asumirá la Iglesia en este nuevo proceso de cambio?

Yo lo mencioné anoche, cité unas frases de él, hablando de que la Iglesia no tiene un proyecto propio, la Iglesia discierne sobre los proyectos que están en la presencia y ve cuales son los que más ayudan a la gente, sobre todo a la gente más angustiada, más sufrida, más marginada. Y dije ya que la Iglesia no será una Iglesia sumisa, pero será una Iglesia que va a acompañar.

La palabra acompañamiento tiene una onda tradición en la Iglesia salvadoreña. Fue de los temas centrales en los tiempos de Monseñor Romero, cómo acompañar a un pueblo que está en una etapa prerrevolucionaria o de lucha armada. Entonces, pienso que en esta línea vamos a tratar de cumplir la misión de acompañar al pueblo.

¿Según su parecer que diría hoy Monseñor Romero a la Iglesia?

Me sorprendió mucho como en el lenguaje de estos días hay una idea que permanentemente aparece: “Monseñor Romero ha resucitado”. Esa idea aparece, en aquella canción que dice “resucitaste en tu pueblo”, como que la gente siente que lo que él planteó hoy puede ser posible; o que gracias a que él intercedió ante Dios se dio el milagro de ese resultado electoral. Esa idea está flotando en el ambiente y se sentía muy presente en la cripta el día 24.

¿Qué signos encontramos en la realidad que nos manifiestan que Monseñor Romero sigue vivo hoy?.

Hay dos anécdotas que quiero compartir contigo. Una fue en el CELAM, había un curso de liderazgo pastoral para obispos y el que dirigía el curso dijo: “un líder tiene estas características…” ¿Qué obispo de A.L. representaría este ideal?. Y dijo Monseñor Rómulo Emiliani, de Panamá, Monseñor Romero. Y todos estuvimos de acuerdo.

Y segundo, es muy hermoso lo que voy a contar, pasó en noviembre del año pasado. Fuimos los obispos de C.A. a la tumba de Monseñor Romero a visitarlo. No había nadie más que nosotros, no había periodistas ni fotógrafos, rodeamos la tumba de Monseñor y yo vi en los rostros de los obispos de C.A., éramos como 40 obispos o más, un profundo silencio, una profunda oración. Ahí pude notar, cómo este hombre inspira a tantos pastores en todas partes, pero quiero concretar en los pastores de C.A. De modo que, donde quiera que uno vaya, tiene la misma experiencia que Monseñor es un pastor que inspira a muchísimos pastores, a muchos agentes de pastoral, igual que inspira a gente que quiere un mundo más justo, más fraterno, más solidario.

Y él va mucho más allá de las fronteras de la Iglesia y de las Iglesias, es un ciudadano universal. Y esto es algo admirable, por otra parte a mi me gusta decir que él es el mártir del siglo XX más conocido y más amado en todo el mundo y esto es algo que sorprende y también emociona.

¿Monseñor Romero está presente en la religiosidad popular del pueblo salvadoreño?

Responde a un enfoque amplio y a un enfoque concreto. La piedad popular es de las grandes riquezas de la Iglesia en AL, pero un tesoro que se nos puede agotar sino lo evangelizamos, sino lo fortalecemos. Dice el Cardenal Rodríguez, que tenemos para unos cuantos años y otros dicen que es la parte más linda del documento de Aparecida lo que dedica al tema de la religiosidad popular; por tanto, ahí expresa la gente su fe. Y esto es algo que maravilla a las gentes que vienen de países muy secularizados, pero hay que evangelizarlo, hay que formar esa piedad popular para que no sea víctima de una crisis. Porque el tiempo moderno pues va barriendo con todo, los valores, las culturas ya que nos van uniformando con una cultura que no tiene en cuenta estos valores.

En cuanto a Monseñor Romero, la gente ve en su tumba como el lugar que simboliza todo lo que fue él, y todo lo que el enseñó y llegan ahí con su oración, con su petición, con su acción de gracias. Lo sienten tan cercano, lo sienten tan suyo. Y aquí caben dos tipos de fieles, los fieles que no están politizados, no tienen formación política y llegan a ver al padre bueno, al pastor preocupado por los pobres. Y la gente que llegó ayer, la gente que tiene una conciencia política, que ha luchado porque este sueño sea posible y que ven en Monseñor aquel que intercedió para que esto sea posible. Son los dos tipos de público que llegan a esa cripta y a esa tumba, pero en todo caso hay una cosa común: ven en Monseñor un hombre de Dios, un profeta, un mártir, un intercesor, un modelo de vida. ¡Eso son los santos!

Muchas gracias Monseñor por esta entrevista, por este espacio que concede a Construyendo el Reino.

Yo quisiera terminar con el número 8 del libro “Día a día con Monseñor Romero” que habla de la interioridad. Monseñor Romero decía: “que para que estos problemas se resuelvan hay que volver al corazón de cada persona, donde Dios y uno se encuentran cara a cara, y en ese diálogo con Dios ver lo que nos toca hacer en nuestra vida personal y en nuestra vida como ciudadanos”. Creo que es importante insistir en este aspecto de su personalidad, el hombre de Dios, que en ese diálogo con Dios fue descubriendo llamadas todos los días, a veces llamadas sumamente difíciles, que lo llevaron por caminos que nunca pensó que iba a recorrer, incluso el camino del martirio por eso es tan grande Monseñor Romero.

Por Edgardo Guzmán, cmf

“El ángel del Señor anunció la víspera…

El corazón de El Salvador marcaba
24 de marzo y de agonía.
Tú ofrecías el Pan,
el Cuerpo Vivo
-el triturado cuerpo de tu Pueblo;
Su derramada Sangre victoriosa
-¡la sangre campesina de tu Pueblo en masacre
que ha de teñir en vinos de alegría la aurora conjurada!

El ángel del Señor anunció en la víspera,
y el Verbo se hizo muerte, otra vez, en tu muerte;
como se hace muerte, cada día, en la carne desnuda de tu Pueblo.

¡Y se hizo vida nueva en nuestra vieja Iglesia!
Estamos otra vez en pie de testimonio,
¡San Romero de América, pastor y mártir nuestro
Romero de la paz casi imposible en esta tierra en guerra.
Romero en flor morada de la esperanza incólume de todo el Continente.
Romero de la Pascua latinoamericana.
Pobre pastor glorioso, asesinado a sueldo, a dólar, a divisa.
Como Jesús, por orden del Imperio.
¡Pobre pastor glorioso,
abandonado
por tus propios hermanos de báculo y de Mesa...!
(Las curias no podían entenderte:ninguna sinagoga bien
montada puede entender a Cristo).

Tu pobrería sí te acompañaba
en desespero fiel,
pasto y rebaño, a un tiempo, de tu misión profética.
El Pueblo te hizo santo.
La hora de tu Pueblo te consagró en el kairós.
Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio.
Como un hermano herido por tanta muerte hermana,
tú sabías llorar, solo, en el Huerto.
Sabías tener miedo, como un hombre en combate.
¡Pero sabías dar a tu palabra, libre, su timbre de campana!

Y supiste beber el doble cáliz del Altar y del Pueblo;
con una sola mano consagrada al servicio.
América Latina ya te ha puesto en su gloria de Bernini
en la espuma-aureola de sus mares,
en el retablo antiguo de los Andes alertos,
en el dosel airado de todas sus florestas,
en la canción de todos sus caminos,
en el calvario nuevo de todas sus prisiones,
de todas sus trincheras,
de todos sus altares...¡
En el ara segura del corazón insomne de sus hijos!
San Romero de América, pastor y mártir nuestro:
¡nadie hará callar tu última homilía!
Pedro Casaldáliga, cmf.

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