15 noviembre, 2007

BOLETÍN 13

Nuestros fieles lectores de Chilata, San Julián

Padre Jon Sobrino, SJ, Teólogo y Profesor de la UCA
Centro Monseñor Romero de la UCA
Amigos y amigas de Construyendo el Reino, un saludo especial para todos/as ustedes que están comprometidos/as en la edificación de una nueva sociedad. Este número lo dedicamos a la memoria del 18 aniversario de los Mártires Jesuitas, testigos privilegiados en El Salvador del amor radical a Dios y al pueblo. Para ello, el teólogo y profesor de la UCA, Jon Sobrino, nos ha concedido una entrevista. Que sus palabras nos ayuden pensar cómo ser cristianos en este nuevo contexto que nos toca vivir y que los mártires nos impulsen a devolverle la credibilidad y la belleza a la Iglesia de Jesús en la profecía de la vida ordinaria.


ENTREVISTA A JON SOBRINO

Por Freddy Gerardo Ramírez Bolaños, cmf.

¿Jon, explíquenos por qué mataron a los Jesuitas?

Han pasado 18 años de los mártires Jesuitas, de Rutilio Grande han pasado 30 años, de Monseñor Romero han pasado 27, de las 4 religiosas Maryknoll han pasado 26. Ha pasado mucho tiempo. ¿Qué tenían en común todas estas muertes, en aquellos años? Bueno, yo diría que tenían en común que anunciaron un Evangelio. Era gente que hablaba de Dios, de Jesús, y anunciaban la Buena Noticia para los pobres de este mundo y se ponían a su servicio. Y eso, automáticamente significaba, en aquellos tiempos, enfrentarse con los poderes reales; es decir, la acumulación de capital, de dinero en forma de agroindustria.

Ese gran poder tenía a su servicio político a los gobiernos. Y el servicio policial de ese gran poder eran los ejércitos. Y cuando necesitaban todavía reforzar esos servicios, desgraciadamente formaban lo que se llamaban “escuadrones de la muerte”. Entonces aquellos mártires, mis hermanos y los hermanos de todos, lo primero que hicieron fue “desenmascarar”. El mismo desenmascarar era ponerse del lado de las víctimas, de los que sufrían. Además cada uno tenía lo suyo: el Padre Ellacuría era un gran pensador, un rector de universidad; Monseñor era un pastor; las religiosas eran “ángeles de la caridad”, de una bondad terrible, como conocemos. Cada uno lo hizo a su modo… pero eso es lo que hicieron: por un lado estaban evangelizando, diciéndoles a la gente “Dios está con ustedes” y, por otro lado, estaban denunciado a los ídolos. Y por eso los mataron.

Monseñor Romero en una homilía dice: “se mata al que estorba”. Es importante que hoy nos preguntemos: ¿nosotros cristianos, estorbamos? y ¿a quiénes? Y por supuesto, ¿a quienes apoyamos y ayudamos?


¿Qué impacto ha tenido el martirio de tus hermanos en tu labor como teólogo?

Yo empecé a ser profesor de Teología en el año 74 con el Padre Ellacuría. O sea, estuve con él 15 años. El 77 hubo para nosotros -y para todo el país-, un martirio muy importante, el martirio del Padre Rutilio Grande, compañero jesuita, muy cercano. Ellacuría estaba en España y a mí me tocó reflexionar sobre este acontecimiento. Monseñor me decía: “Padre, hay que pensar estas cosas también desde la teología”. Por tanto, lo del martirio, ya desde Rutilio Grande y luego el de Monseñor Romero en el 80, sí tuvo un gran impacto en mi modo de pensar, quizás en algunas cosas más novedosas para elaborar el concepto de “mártires jesuánicos”, aquellos que se parecen a Jesús en vida y muerte.

Primero, para mí como teólogo, en lo que más me han ayudado los mártires ha sido para comprender a Jesús. Nosotros de Jesús tenemos textos de hace 2000 años, muchos de los cuales están ya teologizados. Estos martirios reales de hoy, así como la pobreza real de hoy, me ayudan a leer los textos y me llevan a conocer un poquito mejor a Jesús de Nazaret.

Lo segundo es que los mártires para la teología han ayudado a buscar criterios de verdad para la Iglesia; para nosotros que vivimos como creyentes, no como individuos, sino en comunidad. Y esta es la pregunta recurrente a lo largo de toda la historia: así como de Jesús se afirma que fue bueno, de la historia de la Iglesia sabemos que no es así. Los mártires nos ofrecen criterios reales para ver si vamos bien. Claro que ya desde el Concilio de Constantinopla se dijo que “hay criterios” de la verdadera Iglesia: “una, santa, católica y apostólica”, que están bien si se desmenuzan, pero esto de los mártires es otra cosa, porque los mártires que han habido en este país han sido producidos por un acercamiento de la Iglesia al mundo real de los pobres. O sea, una Iglesia de mártires lo primero que ofrece es una Iglesia análogamente inserta en el mundo de los pobres, una Iglesia santificante al asumir las virtudes que están, en parte, en el mundo de los pobres y que se generan al estar con ellos. Es decir, estando cerca de los pobres es más fácil tener la virtud de decir la verdad, de tener compasión, de tener fortaleza. Los mártires ayudan bastante a captar hoy si vamos bien o no.

Los mártires son el tipo de realidad que nos presentan ante el misterio último de Dios. Al fin y al cabo el mártir Jesús, por un lado muere crucificado y Dios no interviene en ese momento; por otro lado desde la fe decimos que Dios interviene devolviéndole a la vida. Eso se dice con facilidad, se reza en el Credo, pero indudablemente es una manera de ponernos ante el misterio último de Dios. En concreto estos años en la religiosidad popular se ha trivializado la fe, pues se ha hecho cosa de mucha bulla, de música barata, de mucha procesión, mucho colorido y, tomar las cosas un poquito en serio parece que ya no tiene mucho que ver con nuestra religión . Y, como la realidad en que vivimos es una realidad seria, nuestra religión también tiene que recoger esa seriedad. Eso es lo que nos dejan los mártires.

También los mártires generan una alegría y un gozo inesperado. En la UCA llevamos 18 años celebrando y viene gente de todas partes, contentos; también con caras tristes porque recuerdan a sus seres queridos. Pero quiero decir que los mártires devuelven seriedad a la religión y una alegría muy honda, que no es meramente la musiquilla barata.


¿Qué camino alternativo ofrecen los mártires a la juventud de hoy?

Si tú miras esta habitación casi todas las fotos que están aquí son de mártires y casi todos están sonriendo. Los mártires nos dicen que es posible sonreír en la vida. Pero la gran lección es que lo hicieron por otro camino y no cayeron en el manoseo en el que se quiere hacer caer a los jóvenes: “les vamos a enseñar lo que es reír y lo que es llorar”. Esas cosas son muy serias. En este país existen realidades sufrientes y dolorosas, por eso es necesario que los jóvenes no se acostumbren, que hagan un esfuerzo para ver esa realidad, ir allí y ayudar. Si quieren irse a Estados Unidos que hagan un esfuerzo por pensar “¿por qué quiero ir?” (a lo mejor tienen razones muy buenas y muy urgentes); pero también pensar “¿y aquí no puedo vivir? , ¿qué puedo hacer?”. Los mártires dicen que se puede vivir y sonreír de otra manera.

***
Quiero añadir finalmente, que cuando en 1990 vino aquí Don Pedro Casaldáliga, claretiano, tuvo la delicadeza de hacer el siguiente poema a nuestros mártires:


LA UCA Y EL PUEBLO HERIDO

Ya sois la verdad en cruz
y la ciencia en profecía y es total la compañía,
compañeros en Jesús.
El juramento cumplido,
la UCA y el pueblo herido
dictan la misma lección
desde las cátedras fosas
y Obdulio cuida las rosas
de nuestra liberación.


CONOZCAMOS NUESTROS DERECHOS
Derecho a la seguridad y a la protección

Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques. (Artículo 12 de la Declaración universal de los derechos humanos).


LA PALABRA DE ROMERO

“Sería triste que en una patria donde se está asesinando tan horrorosamente no contáramos entre las víctimas también a los sacerdotes. Son el testimonio de una Iglesia encarnada en los problemas del pueblo” (Homilía 30 de junio de 1979).


PADRENUESTRO DE LOS MÁRTIRES

Padre nuestro del pobre y del marginado
Padre nuestro de mártires y torturados.

Tu nombre es santificado en aquel que muere
al defender la vida;
tu nombre es glorificado cuando la justicia
es nuestra medida.

Tu Reino es de libertad, de fraternidad,
paz y comunión; maldita toda violencia
que devora al hombre con la represión.
Perdónanos cuando por miedo quedamos callados
delante de la muerte; Perdona y destruye
el reino de la corrupción como ley más fuerte

Hágase tu voluntad,
eres el verdadero Dios libertador.
No vamos a seguir las doctrinas amañadas
por el poder opresor.

Pedimos el pan de la vida, el pan de la esperanza,
el pan de los pobres; el pan que trae humanidad
y reconstruye al hombre en vez de cañones.

Protégenos de la maldad, de los prepotentes y los asesinos;
Dios padre revolucionario,
hermano del pobre, Dios del oprimido.

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