15 noviembre, 2009

BOLETÍN 25

EN PIE DE TESTIMONIO
Por: Mauricio Murillo, sj

Este año celebramos el XX aniversario de los mártires de la UCA. En Noviembre recordamos especialmente sus nombres que se juntan con otros muchos nombres, dando vida al pueblo martirial salvadoreño. El testimonio de cada una de sus vidas nos da esperanza para seguir reconociendo el reino de Dios entre nosotros, abriéndonos la posibilidad de ir construyendo una sociedad más justa, fraterna y solidaria.

Ese reino de Dios tiene rostros y nombres concretos, que lo hacen visible y posible; éste es legado de nuestros mártires. La juventud, los anhelos y ganas de vivir de Celina nos lleva a vivirlo como promesa, mientras tanto, el trabajo y fidelidad de Elba nos exhortan a vivirlo como perseverancia y compromiso, en comunión con tantos trabajadores y trabajadoras, quienes día a día, ofrendan su vida por sus familias, o por su comunidad. Nuestros compañeros jesuitas, siguen transmitiéndonos esa misma buena noticia. La cercanía y amabilidad de Amando, el atinado acompañamiento y buen consejo de Juan Ramón, la preocupación por la juventud marginada de Lolo, la compenetración con la cultura y sociedad de nuestros pueblos que asumieron Segundo y Nacho, y el compromiso valiente con la verdad y la paz de Ellacu, también nos comunican esa realidad del reino. Son valores que sus nombres y entrega nos evocan.

Celebramos la vida y entrega. Su memoria tiene que llevarnos a asumir un compromiso serio con Dios y con su proyecto de humanidad. El modo de cómo hemos de hacerlo, ha de ser fruto de nuestro constante discernimiento de los ‘signos de los tiempos’. El criterio es el servicio comprometido con los más vulnerables de nuestra sociedad. En este sentido, el huracán “Ida”, nos ha llamado la atención, forzándonos a volver nuestra mirada a la marginalidad, a los barrancos, a los albergues, a las viviendas y a los campos destruidos, a las víctimas. Hacer memoria de nuestros mártires, es también responder generosa y solidariamente ante este tipo de tragedias. Luego, es necesaria una justa indignación por la injusticia que se desvela en estas situaciones. Hacer memoria de nuestros mártires, es también libertad para denunciar, capacidad de organización, y opción por la vida. De ello nos han dado noticia.

Su memoria no pierde vigencia, sigue siendo urgente en el momento que nos está tocando vivir. Como Iglesia, sentimos que su testimonio renueva nuestro compromiso con ese Dios de la vida que nos llama a humanizarnos, superando el miedo a amar, a sentir misericordia, a ser hermano o hermana de los y las pobres.




ENTREVISTA: P. JUAN HERNÁNDEZ PICO, sj
Escritor y profesor de teología en la Universidad Cetroamericana "José Simeón Cañas"

Por: Edgardo Guzmán, cmf

¿Cuál fue la relación personal que usted tuvo con los mártires de la UCA?

Con los mártires de la UCA lo primero que todo estuve con ellos en el noviciado, juntamente con uno de ellos Amando López y que fue siempre muy amigo mío. Después, tuve ocasión de conocer muy de cerca a Ignacio Ellacuría; y a estas dos personas, a Ignacio Ellacuría y Amando López, les debo yo personalmente una atención personal, muy profunda, como amigos en momentos muy difíciles de mi vida y luego todos los demás los fui conociendo en diversas etapas de mi formación excepto a Joaquín López y López que era mucho mayor que todos ellos; a éste lo conocí ya más tarde cuando era fundador de Fe y Alegría.

Una de las cosas que siento es mucho agradecimiento por haberlos conocido, porque fueron gente que abrieron camino; cada uno en su especialidad, pero fueron grandes compañeros, hombres solidarios, fueron muy leales en su amistad y bueno, fueron, no todos ellos, pero bastantes entre ellos, fueron gente de mucho pensamiento que produjo obras que todavía tienen vigencia.

No conocí a Julia Elba, porque no viví en el teologado; en aquel tiempo yo estaba trabajando en Nicaragua, pero Julia Elba no me extraña; lo que se dice de ella por una razón y es porque he vivido en comunidades de la Compañía de Jesús en las que la señora que nos hace la cocina han sido muy importantes siempre, especialmente en Nicaragua, era una persona muy parecida a lo que dicen de Julia Elba que nos conocía sólo de vernos, que sabía cómo amanecíamos; si amanecíamos molestos, o amanecíamos deprimidos, o amanecíamos con ánimos y que nos trataba como nos trata hoy la niña Margarita en Antiguo realmente con un cariño y una percepción de cada uno de nosotros realmente impresionante.

¿Cómo tomó la noticia del asesinato de sus hermanos aquel 16 de noviembre de 1989?

Yo ya había pensado y había tenido que padecer mucho con el asesinato de Monseñor Romero y esto fue un golpe que reprodujo lo de Monseñor Romero… ¡fue muy duro! porque esta gente que los mató que ojalá que hayan pasado por un proceso de conversión y se hayan arrepentido de lo que han hecho, pero sabían muy bien, yo no creo, con perdón me cuesta contradecir a Jesús, pero creo que no es que no supieran lo que hacían. Yo creo que la presencia del mal es terrible y antes de pronunciarlos teológicamente como testigos de la fe y de la justicia, antes de eso hay que decir que fueron víctimas del mal, fueron asesinados, el asesinato es el peor crimen que puede haber en este mundo, quitar la vida, y saben lo que hacen porque asesinar es de tejas abajo interrumpir todo el bien que estas personas hubieran podido haber hecho y eso me dio muchísimo dolor.


¿Cuál es la importancia de hacer memoria y celebrar hoy a los mártires en esta coyuntura que vive El Salvador?


El Salvador como otros países nuestros en Centroamérica tiene el peligro de olvidar una lucha que durante los años setentas y ochentas el pueblo salvadoreño, una parte importante del pueblo salvadoreño, y otros pueblos centroamericanos hicieron para tratar de llamar a las puertas de la conciencia de mucha gente e instalar en estos países una vida y un sistema de vida y convivencia más digno y más igualitario. Recordar eso es muy importante para no dejar de luchar por eso porque los mártires nos piden — creo yo —, si pudiéramos tener una especie de Internet con ellos, de correo electrónico a la eternidad no nos dirían especialmente que los veneremos, sino que como dijeron los obispos guatemaltecos cuando el Papa Juan Pablo II canonizó al hermano Pedro de Betancurt en Guatemala; los obispos prepararon todo el acontecimiento refiriéndose a la parábola del samaritano y el lema de la preparación fue: “Vayan y hagan ustedes lo mismo”. Lo mismo que el Samaritano, yo creo, que recordar a los mártires es decirnos todo el tiempo vayan y hagan ustedes lo mismo que ellos hicieron, porque por desgracia la situación exige todavía mucha lucha, mucha opción por los pobres, mucha defensa de la paz y la justicia.

20 años después… ¿De qué continúan siendo testigos los mártires de la UCA?

Yo creo que continúan siendo testigos de un cristianismo que se convierte todo el tiempo a los pobres, que todo el tiempo tiene que hacer ese esfuerzo de no acomodarse a los esquemas de este mundo, de salir de las relaciones que tenemos mucho peligro de entrar en ellas: las relaciones de poder, las relaciones de riqueza. Lo que antiguamente se decía de los párrocos, de los curas de los pueblos, que jugaban los domingos después de su misa, jugaban una partida de cartas con el alcalde, el médico, el finquero, pues ¡gracias a Dios! aquí ha habido mucho cambio en ese sentido y los sacerdotes de El Salvador han sido un factor muy importante en la lucha por la justicia. Yo creo que la Iglesia, todos laicos, religiosas, religiosos, sacerdotes, todos debemos convertirnos siempre continuamente a los pobres y ese es el legado de los mártires.

¿Por qué este tema de los mártires siempre provoca incomodidad en la sociedad y en la Iglesia?

Yo creo que se debe a que hay muchos intereses creados. En palabras evangélicas es porque este mundo es un sistema organizado y tiene un príncipe, el príncipe de este mundo como dice el evangelio de Juan, que es toda una manera de mirar la vida, de valorar la vida en base al poder, en base a la riqueza, al placer y viendo a los de abajo yo tengo una frase dura: como la cloaca. Es distinto en la parábola de Batman la ciudad de arriba es la ciudad de la luz; la ciudad de abajo es la ciudad del mal. Aquí, por desgracia, no es así la cloaca es lo de abajo son los que son menos gente, son los que son despreciados y si alguno de ellos se levanta un poquito, en Guatemala lo solemos llamar “igualados” Hay unos intereses creados, intereses a nivel mundial, en el capitalismo global, intereses militares, del narcotráfico, que es la forma más desarrollada del capitalismo sin ninguna ley, donde la vida no vale nada frente al lucro. Todos esos intereses hacen que sea muy difícil, que en lo que hemos llamado el tercer mundo la gente acceda a su dignidad y por eso los mártires, que son bandera de esta lucha por la justicia y por la igualdad mayor entre la gente y por consiguiente por la paz, contra la violencia y por el diálogo, por una sociedad de diálogo son testigos molestos...

¿Qué nos dirían hoy, qué llamado nos harían, a qué nos motivarían hoy?

Nos dirían a todos, creo yo, que no perdamos la esperanza, que sepamos que estas cosas, estos cambios, toman mucho tiempo, son cuestión de generaciones. Por ejemplo, Europa más digna costó mas de ciento cincuenta años desde la revolución francesa hasta la segunda guerra mundial 150 ó 160 años, además sepamos que no se trata de esperar en la riqueza, sí en el progreso, sí en el desarrollo, sí en la tecnología que todas esas cosas son criaturas de Dios y se pueden usar bien, pero no volverlas ídolos. Nuestros mártires lucharon mucho por el verdadero Dios de Jesús, el Dios que es Dios de amor, Dios de misericordia, Dios que dice claramente: la esperanza de los pobres nunca perecerá.




MÁRTIRES DE LA UCA

La madrugada del 16 de noviembre de 1989, un destacamento de soldados salvadoreños del batallón Atlacatl entró en la Universidad Centroamericana (UCA) de San Salvador con la intención de matar a los jesuitas que vivían en la residencia de la Universidad, principalmente Ignacio Ellacuría, Segundo Montes e Ignacio Martín-Baró. Las órdenes militares indicaban que no podían quedar testigos y fueron asesinados tres jesuitas más - Amando López, Juan Ramón Moreno y Joaquín López - una trabajadora de la Universidad y su hija - Julia Elba y Celina Ramos -.
El asesinato de Ellacuría y de sus compañeros ya había sido anunciado. Miembros de las Fuerzas Armadas habían calificado la UCA como un “refugio de subversivos” y Ellacuría, empeñado en buscar una solución negociada a la guerra civil, se había convertido en uno de los objetivos más deseados por los militares. Cinco de los jesuitas asesinados eran españoles y, conociendo el riesgo que corrían, habrían podido regresar a su país de origen. Pero no lo hicieron.

Seis jesuitas y dos mujeres se convertían en símbolo de una multitud anónima de víctimas - 80.000 en El Salvador durante los años 80 -, y símbolo de una manera de ser Iglesia.



PADRE NUESTRO DE LOS MÁRTIRES

Padre nuestro del pobre y del marginado
Padre nuestro de mártires y torturados
.

Tu nombre es santificado en aquel que muere
al defender la vida;
tu nombre es glorificado cuando la justicia
es nuestra medida.

Tu Reino es de libertad, de fraternidad, paz y
comunión; maldita toda violencia
que devora al hombre con la represión.
Perdónanos cuando por miedo quedamos callados
delante de la muerte; Perdona y destruye
el reino de la corrupción como ley más fuerte

Hágase tu voluntad,
eres el verdadero Dios libertador.
No vamos a seguir las doctrinas amañadas
por el poder opresor.

Pedimos el pan de la vida, el pan de la esperanza,
el pan de los pobres; el pan que trae humanidad
y reconstruye al hombre en vez de cañones.

Protégenos de la maldad, de los prepotentes y
los asesinos; Dios padre revolucionario,
hermano del pobre, Dios del oprimido.

BOLETÍN 25

13 noviembre, 2009

Familia Claretiana

“SIEMPRE ESTABA CONTENTO, ALEGRE Y TENÍA PAZ CON TODOS”
(Autobiografía, 50)


Por Abel Carbajal, cmf


En la comunidad claretiana de El Salvador también hemos estado contentos y alegres al celebrar la memoria de nuestro Padre Fundador, San Antonio María Claret. No lo hemos hecho solos, la gran familia claretiana nos ha acompañado en este momento tan especial en el que renovamos con intensidad nuestra espiritualidad claretiana. La celebración tuvo lugar en la “Escuela Corazón de María” en la Parroquia del mismo nombre, en la ciudad de San Salvador. Hasta dicho lugar se acercaron nuestros familiares, amigos y personas que comparten su trabajo misionero con nosotros para participar de un encuentro con un sabor muy familiar. Llegaron de todos los puntos del país. Los invitados bailaron, cantaron, rezaron... Todos disfrutamos del talento que nos ofreció el grupo de música folklórica de la Escuela y de la música del Trío de Casa Presidencial. El esfuerzo compartido entre laicos estudiantes teólogos y los hermanos sacerdotes, hizo que la actividad se desarrollara de la mejor manera posible.

Sin embargo para nosotros misioneros claretianos, recordar a nuestro Fundador es reafirmar nuestro compromiso misionero, en concreto en esta Iglesia local. Celebrar a Claret es renovar nuestro espíritu y salir de nosotros mismos para ir al encuentro de quienes necesitan de nuestro apoyo, de una palabra cargada de esperanza en una sociedad tan abrumada por la violencia. Nosotros como discípulos de Jesús no podemos estar ciegos y sordos ante las situaciones que afectan nuestro entorno. Sin ninguna duda, Claret daría su respuesta. En este sentido nosotros estamos también invitados a comprometernos desde lo poquito que vamos realizando en el día a día por la construcción de un mundo más gusto. Esto implica el sueño de Claret: “hacer con otros”, lo cual evoca la gran familia claretiana. Una sola misión, un sólo espíritu que nos empuja a ser agentes de cambio en las distintas realidades que nos corresponde vivir.

Toda fiesta condensa tres elementos a tener en cuenta: pasado, presente y futuro. En nuestra fiesta el tiempo se detuvo. Sin embargo, viajamos un poco al pasado para hacer un repaso por la vida de nuestro Fundador resaltando los momentos más relevantes de su historia, partiendo desde su niñez hasta su canonización en 1950. La gente escuchaba con un silencio sacramental, sus miradas expresaban admiración. Este es nuestro presente la admiración por el gran misionero, al gran confesor, el gran obispo y su tremendo celo apostólico. Nuestro futuro es seguir su ejemplo, dando testimonio de entrega generosa en nuestros ambientes de trabajo misionero. La fiesta ha terminado, el tiempo sigue y nuestra vocación misionera es el mayor signo de que el espíritu de San Antonio María Claret se expidiéndose por todo el mundo como él soñaba.

Agradecemos de todo corazón a quienes asistieron a nuestra fiesta. Nuestra gratitud muy especial vaya también ha todas las personas que colaboraron con el evento. Para todos y todas un abrazo de hermanos en el carisma claretiano.