22 agosto, 2009

BOLETÍN 22

MI EXPERIENCIA DE NOVICIADO.

Por: Julio Arváez , cfm


“…la Transfiguración no es sólo revelación de la gloria de Cristo, sino también preparación para afrontar la cruz. Ella implica un «subir al monte» y un «bajar del monte»: los discípulos que han gozado de la intimidad del Maestro, envueltos momentáneamente por el esplendor de la vida trinitaria y de la comunión de los santos, como arrebatados en el horizonte de la eternidad, vuelven de repente a la realidad cotidiana, donde no ven más que a «Jesús solo» en la humildad de la naturaleza humana, y son invitados a descender para vivir con Él las exigencias del designio de Dios y emprender con valor el camino de la cruz.” (VC 14)

Han pasado dos semanas de haber finalizado mi año de noviciado en Guatemala. Ahora en El Salvador, habiendo bajado del “Tabor”, algunos aspectos del ritmo diario como novicio han quedado finalizados, sin embargo otros siguen aún conmigo, y espero que así sea por largo tiempo.

Ciertamente el teologado difiere del noviciado. Fuera de aquella “burbuja”, en la “libertad” de espacios de esta etapa de teología, algunas cosas se ponen a prueba, sobre todo los compromisos que asumí como novicio sobre mi oración diaria, una vida más centrada en Jesús y menos dispersión en activismos. De esas experiencias, que fueron mi “transfiguración”, comparto tres que me han marcando notablemente: la vivencia de la oración, la interculturalidad y el compromiso misionero; dimensiones que empiezan a incidir notoriamente en mi actual transcurrir de vida. En este sentido:

- La oración se ha situado como un nuevo referente, una necesidad, para mi cotidianidad. El ritmo de oración del noviciado fue intenso. Muchas horas, algunas mejor vividas que otras, pero que en general significaron un renovado encuentro con el Padre-Madre de bondad, en un diálogo de vida que transforma y da fuerzas para el camino. La oración (comunitaria y personal) fue tiempo de encuentro, de escucha, de transformación y experiencia de seducción con el Dios de amor que llama, envía y conforta.

- La vivencia de la interculturalidad fue un ahondar lo vivido en los años de formación, ahora compartiendo con compañeros de culturas caribeñas. La experiencia fraterna (aún cuando fuimos sólo cuatro novicios) nos permitió vivir un acercamiento a otros contextos de fe, historia, ideologías, costumbres y proyección del carisma, e intercambiar los propios. Nos movió a dialogar ante las dificultades y a abrirnos a la intermentalidad para comprender, aceptar y respetar la manera de ser y pensar de los demás. Esto indudablemente acabó transformando la manera de verme a mí mismo y cómo reaccionar ante la realidad. La comunidad intercultural del noviciado significó para mí un crecer en cercanía, diálogo y fraternidad con los hermanos.

- El compromiso de servir en la misión de Jesús según la gracia del carisma claretiano, el cual es un don del Espíritu que nos llega mediado por la Congregación. El noviciado marcó el inicio de mi nuevo momento en la vida, un renacer en la vida religiosa para un servicio por el Reino como servidor de la Palabra, al estilo de Claret en comunidad misionera. Esta es una dimensión que se presentó en cada elemento del noviciado, y de diferentes maneras confrontaba y consolidaba mi vocación; me brindó criterios para entender y asumir este estilo de vida consagrada como camino de servicio, felicidad y fidelidad.

Todavía está ir viéndose lo que el noviciado ha sembrado en mí, pero procuraré seguir cultivando lo recibido, confiando plenamente en Dios, esperando dar buen fruto por todo lo recibido en este año de gracia.

Finalizo compartiéndoles que, tras lo vivido en este último año, se ha profundizado en mí esa figura y experiencia tan claretiana de la Fragua. Ahora entiendo mejor qué implica ser caldeado en el Corazón de María, cuál es esa saeta que el Espíritu quiere formar de mi hierro y el proceso de transformación que esto requiere. Sigo con más disponibilidad para continuar mi proceso de “golpeado” para configurarme con la persona de Jesús, ser ese sujeto idóneo puesto en las manos de María y listo para ser “lanzado” a la misión , siendo como ella: un corazón en el que encarna la Palabra de Dios. Sigo así bajando del monte con Jesús, en ese camino de entrega para el pueblo de Dios, sintiéndome acompañado por María, Claret y de la Congregación.


DE MISIÓN EN LA CEIBA, HONDURAS.


Por: Edgardo Guzmán, cmf

Por todos es conocida la difícil situación política que vive el pueblo hondureño en estos momentos, esto nos hizo replantearnos en algún momento la posibilidad de ir o no, a nuestra experiencia misionera de mitad de año que solemos tener en aquellas tierras. Con algunas dificultades con el transporte por las tomas de carreteras llegamos el día previsto con algunas horas de retraso a nuestra primera estación.

Después de una semana de ejercicios espirituales en El Horeb, La Sabana, en el municipio de San Manuel, a pocos kilómetros de San Pedro Sula, salimos para la acogedora y cálida ciudad de La Ceiba, a la recién creada Parroquia San Antonio María Claret. Al programar la misión se nos dijo que iríamos a un sector de la parroquia que no cuenta con ninguna estructura eclesial, a colonias y residencias que son nuevas donde la gente está empezando a conocerse. En principio nos resultó difícil ya que estamos más acostumbrados a realizar nuestras experiencias misioneras en zonas campesinas, indígenas, suburbanas o rurales. Sin embargo con entusiasmo emprendimos el servicio confiado en compañía de algunos laicos y laicas que conocen la zona y que sin su colaboración y amistad no hubiera sido posible las semanas de evangelización que llevamos acabo.

¿En qué consistió la misión? Fuimos distribuidos cada uno (los cinco en total) a un sector que comprendía una o más colonias y en donde nos tocaría visitar los hogares, conocer las familias católicas, detectar los líderes, motivarles a integrarse a la nueva parroquia y convocarlos para las actividades que tendríamos durante la semana: un pequeño curso bíblico, reunión de las comunidades eclesiales, finalizando cada semana con una celebración de la palabra. El objetivo además de acercarnos, compartir y conocer era el de animar a la formación de pequeñas comunidades con el propósito de que se sigan reuniendo cada semana.

En total fueron como unas 20 comunidades las que recorrimos entre todos, en donde encontramos distintas experiencias de vida y situaciones personales, familiares, sociales… en todos lados se comentaba el tema de la coyuntura nacional, había opiniones encontradas y un cierto cansancio e impotencia por no encontrar una salida justa y razonable a la situación, en algunas casas nos recibieron con los brazos abiertos y con alegría, en otros se nos atendía detrás de las puertas o ventanas a veces con un tono poco amable, cada noche al encontrarnos de nuevo en casa íbamos compartiendo lo vivido durante el día, así fuimos tejiendo nuestra experiencia.

Todas estas vivencias tienen para nosotros sobretodo un carácter formativo, más que la eficacia apostólica, lo que buscamos es aprender y dejarnos interpelar por la realidad que vive nuestra gente, al palpar las distintas situaciones de pobreza, violencia, injusticia, corrupción, etc. nos damos cuenta que nuestra respuesta misionera tiene que ser más urgente, oportuna y eficaz que provoque la construcción del Reino de Dios. Agradecemos la disponibilidad de los que nos acompañaron, la hospitalidad que tuvieron con nosotros que nos hizo sentir bien acogidos, la generosidad en tiempo y recursos, la esperanza y la fe que tienen a pesar de todo y que nos hace ver que la utopía por una vida más humana y feliz está encendida, que vale la pena esforzarse y darlo todo para no dejarla apagar y para contagiarla a los demás.

RENOVACIÓN RELIGIOSA,
MEMORIA MARTIRIAL CLARETIANA.


Por: Oscar Arnulfo B. Moreno, cmf

En Barbastro, en el mes de agosto de 1936, fueron masacrados 51 misioneros claretianos, la mayoría de ellos jóvenes, inquietos y animados por el mismo espíritu que encendió el celo apostólico de San Antonio María Claret. Sobre ellos, en el momento del suplicio, un testimonio dirá “Todos estaban tranquilos y resignados…En todos se notaba el mismo valor, el mismo entusiasmo; ninguno desfalleció ni mostró cobardía”

Reunidos casi todos los miembros de la Comunidad Claretiana de El Salvador, nos dimos cita para celebrar la memoria y para renovar nuestra disponibilidad de seguir a Jesús misionero al estilo de Claret. Con la intensión de mantener viva la memoria de nuestros hermanos mártires, este día 13 de agosto de 2009, en el Teologado claretiano de La Sultana, Antiguo Cuscatlán, 5 de nosotros hemos renovado nuestros votos religiosos.

El Padre José Sentre, nuevo superior de la comunidad, nos recibió los votos. En la homilía, nos dijo que el contenido que debe llenar nuestras vasijas es Cristo mismo. Que la experiencia de sentirnos hijos en el Hijo, solamente la profundizaremos en la oración perseverante. Únicamente la oración y la escucha –y vivencia- de la Palabra nos mantendrán firmes en nuestra opción de vida misionera. Hemos, por tanto, estar unidos a la vid verdadera para evitar que nuestras vasijas, por estar vacías, se rompan.

Hicimos, pues, Abel y Edgardo, Alvin, Salvador y Oscar, nuestra renovación religiosa, pidiendo al resto de la comunidad oren por nosotros, para mantenernos firmes y fieles en el seguimiento de Jesús, misionero del Reino e inspirador de nuestro diario caminar. Casi al final de la eucaristía, el nuevo superior de la comunidad hizo profesión de fe, para reafirmar la disposición al nuevo servicio que se le pide: animar y caminar juntos, en este país que nos acoge y nos inspira a dar lo mejor a favor de la vida.

Pasamos, posteriormente, a compartir un rico almuerzo. Uniéndonos al sentir congregacional, que hace memoria martirial y quiere seguir construyendo el Reino, en y desde la misión, con nuevas fuerzas y renovado celo apostólico. Que el canto de nuestros mártires “¡Viva Cristo Rey!”, nos anime en cada instante, y hagamos vida lo que dejó dicho Faustino Pérez en su testamento un poco antes de ser martirizado: “Yo gritaré con toda la fuerza de mis pulmones, y en nuestros clamores entusiastas adivina tú, Congregación querida, el amor que te tenemos, pues te llevamos en nuestros recuerdos hasta estas regiones de dolor y muerte”.

MURIERON PERDONANDO.

Por: Abel Carbajal, cmf.

Los testimonios sobre los claretianos mártires de Barbastro (Huesca, España) son impresionantes. Aún se nos eriza la piel al leer sus escritos y descubrir la plenitud de su entrega por el amor a sus ideales tan característicos de la juventud y tan cargados de esperanza misionera. Barbastro entero fue testigo de aquella pasión por el seguimiento de Jesús y su fidelidad a sus votos religiosos. Sin duda el espíritu misionero de estos hermanos nuestros estaba muy enraizado en lo propio del carisma claretiano: La irrenunciable dimensión misionera y la ardiente devoción al Corazón de María teniendo como base de todo a “Cristo Rey” como ellos lo llamaban en su época.

Fueron detenidos el día 20 de julio de 1936, durante la persecución religiosa que se desató en la guerra civil española. La comunidad de misioneros claretianos de la ciudad de Barbastro estaba formada por 9 padres, 12 hermanos y 39 estudiantes de Teología para un total de 51 miembros. Todos fueron encarcelados por el único “delito” de pertenecer a una congregación religiosa y llevar sotana. Después de permanecer durante varios días en prisión y haber sufrido un sin fin de adversidades casi inimaginables con torturas físicas y psíquicas; fueron fusilados en cinco grupos entre los días 2 y 18 de agosto. Según testigos primero asesinaron a los superiores para ver si así los jóvenes misioneros accedían a las ofertas de liberación si abandonaban su hábito religioso. Ninguno hizo caso a tales propuestas.

En todo Barbastro corría la noticia de que los misioneros iban cantando al martirio: “Viva Cristo Rey, viva el Corazón de María”. No son pocos los testimonios que aseguran que murieron perdonando a sus verdugos y deseando el progreso de su congregación como escribió el Beato Faustino Pérez poco antes de ser ejecutado brutalmente: “Morimos todos rogando a Dios que la sangre que caiga de nuestras heridas no sea sangre vengadora, sino sangre que entrando roja y viva por tus venas, (congregación querida) estimule su desarrollo y expansión por todo el mundo”. Esto es una característica propia de los hombres y mujeres que la Iglesia ha llamado mártires. Pero, ¿Quién es un mártir? ¿Cuál es el significado eclesial que posee el martirio? Según algunos autores, mártir es aquél que testimonia, que da razón de su fe en Jesucristo.

Sin duda, el testimonio de nuestros mártires sigue vivo en la Iglesia. Y a quienes hemos bebido de su mismo carisma en la congregación claretiana, nos interpela a entregarnos en nuestra tarea misionera, con mayor generosidad en esta historia concreta que cada vez nos exige una radicalidad más encarnada, para saber dar respuesta a los nuevos desafíos en un mundo tan inclinado a lo Light, a lo poco profundo, a lo pasajero. El valor de aquellos jóvenes mártires de 1936, ha de ser hoy nuestro valor, nuestro entusiasmo misionero, nuestro deseo de acercar a más personas el Reino de Dios. Sus utopías, propias de la época, nos animan a seguir luchando por las nuestras hoy, a seguir creyendo que es posible construir un mundo cada vez más humano y lleno de esperanza.

NATALICIO DE MONSEÑOR ROMERO.


El siervo de Dios Oscar Arnulfo Romero, nació en Ciudad Barrios departamento de San Miguel un día 15 de agosto de 1917. Era el segundo de ocho hermanos, su padre se llamaban Santos y su madre Guadalupe. Formaban una familia humilde y modesta.

A los 14 años entró al Seminario Menor de San Miguel, llevado por los Misioneros Claretianos y allí permaneció durante 6 o 7 años. En 1937 ingresó al Seminario Mayor de San José de la Montaña en San Salvador. Fue ordenado sacerdote en Roma el 4 de abril de 1942, donde continuó para hacer su tesis doctoral. Interrumpió sus estudios debido a la segunda guerra mundial por lo cual regresó a El Salvador. Su primera parroquia fue Anamorós, luego pasó a San Miguel donde realizó su labor pastoral durante 20 años. “Desde su vida de estudiante, de joven sacerdote y de su ministerio posterior, se descubre en él, la profundidad enorme de su vida, de su interioridad, de su espíritu de unión con Dios, raíz, fuente y cumbre de toda su existencia”.

HIMNO A LOS MÁRTIRES DE BARBASTRO.

Sobre el sol de Somontano
Misioneros claretianos,
Y el altar del Pirineo
Sangre nuestra sois, hermanos
Hoy blandís vuestras manos
El martirio por trofeo.

Misioneros de Barbastro
Sangre unida en holocausto
De la casa de Claret,
Compañeros de ideales,
Seguidores radicales
De Jesús de Nazaret.

Juventud cantando vais
Al encuentro de la muerte,
Que el amor del Rey que amáis
Es más libre y es más fuerte.
Con la muerte celebráis
Su Palabra y su memoria
y a la Madre que os espera
en el Pueyo de la gloria
afrendáis la primavera.

Moriréis,`` siempre a su lado``,
Y a su lado reinaréis,
Vencedores coronados
Por la luz de Cristo Rey.
Y al morir,`` firme la voz`` y``Serena la mirada``
Sobre el Pueblo roto en dos
Derramáis la paz de Dios
Con la sangre derramada.

Martirial Eucaristía,
Los tres votos, día a día,
Os hicieron oblación
Y en la fragua de María;
Y hoy sabéis morir de pie
Entre el canto y el perdón,
Claretianos en misión
De testigos en la fe.

Misioneros claretianos,
¡sangre nuestra sois, hermanos!
Enseñadnos a vivir
Con la misma rectitud,
Radicales en la opción.
Convocad a la juventud
A una misma vocación
Y en la urgencia de Claret,
Para el sueño y la pasión
De ese Reino en construcción
De Jesús de Nazaret.

Pedro Casaldáliga, cmf.

2 comentarios:

  1. siempre acá enviando un saludo... y bueno, muchas felicidades por su renovación.
    FELICIDADES.
    ATT: un hermano.

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  2. Animo, adelante y gracias por dar lo mejor de ustedes para nuestro Pueblo Salvadoreño. att. Alma

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