15 octubre, 2006

BOLETÍN 4


LLEVAR BUENAS NOTICIAS A LOS POBRES

Por Freddy Ramírez, cmf.

Queridos hermanos y hermanas, el próximo 24 de octubre estaremos celebrando la fiesta de Antonio María Claret, fundador de los Misioneros/as Claretianos/as. Es, para nosotros, motivo de profunda alegría poner en sus manos este boletín que recoge un poco de las experiencias de nuestro trabajo misionero, herencia de este hombre de Dios que hoy la Iglesia reconoce como santo.

El próximo año 2007, estaremos celebrando el II centenario del nacimiento de este Misionero de Fuego. Por esto queremos ir avivando su memoria entre los que compartimos la misión y el carisma del anuncio profético de la Palabra de Dios.

Tenemos, también, como fecha importante, la celebración del día internacional para la erradicación de la pobreza. El 17 de octubre es el día de la lucha contra la explotación, la violencia y la ignorancia. Hambre, SIDA, analfabetismo, discriminación, desplazamientos masivos, migraciones, son caras de una misma moneda. Es insostenible la paradoja global en la que estamos: ésta es la época que ha generado más riqueza y, sin embargo, en ella, se registran los porcentajes más altos de pobreza de toda la historia de la humanidad . La Organización de las Naciones Unidas tiene el objetivo de reducir a la mitad el número de pobres en el mundo para el año 2015. Esta meta no es un sueño inalcanzable, depende de la voluntad política de los países y de las organizaciones que poseen la mayoría de la riqueza, y de los que creemos que es posible un mundo más justo para todos.

A todos nuestros amigos y amigas, muchas gracias. Con su generosidad y su solidaridad con los más pobres es como podemos seguir adelante en esta obra de Dios. Unámonos, pues, en la construcción de una sociedad nueva en la que todos tengamos vida en abundancia.


MISIONEROS EN SAN JULIÁN

Por Clemente Teret, cmf.

San Julián es un municipio que pertenece al Departamento de Sonsonate. Este año iniciamos el apoyo misionero en la parroquia de este lugar. El Pbro. Abel Castaneda Nieto gustosamente nos abrió las puertas y nos confió el acompañamiento del sector No. 7, que consta de cuatro cantones o sub-sectores: El Palmar, Peña Blanca, Palo Verde y El Balsamar. La misión específica que recibimos del Pbro. Abel, para el acompañamiento de estas comunidades, fue, sobre todo, la de la formación para los agentes de pastoral de la zona y, al mismo tiempo, a través de dicha formación, motivar a más fieles cristianos a comprometerse en la Iglesia.

Emprendimos la tarea de fortalecer la formación de estos laicos comprometidos. En la primera mitad del año compartimos con ellos temas importantísimos de Antiguo Testamento y de Eclesiología. En esta segunda mitad del año estamos trabajando, junto con mi compañero Olingtons, en temas sobre Nuevo Testamento y Eclesiología de la Liberación en América Latina. La dinámica que se sigue en este proceso es la de tratar de buscar el mensaje esencial de cada tema y su actualización en la realidad, de modo que se fortalezca el compromiso cristiano en el ámbito social y en el quehacer comunitario y parroquial.

Estamos en estas comunidades los días sábado y domingo. Aprovechamos, también, para realizar visitas a los enfermos, ancianos; y animamos a los habitantes de estos cantones que están un tanto alejados de la comunidad eclesial. Damos especial importancia al acompañamiento de los grupos juveniles de los cantones. A través de temas apropiados queremos remarcar, sobre todo, el papel protagónico que tienen los jóvenes en la sociedad y en la Iglesia.

Esta experiencia, en definitiva, es una muy buena escuela para nosotros que estamos en la formación inicial, con miras a la incorporación definitiva en las zonas misioneras claretianas. Para nosotros es enriquecedor el mutuo acompañamiento que se realiza en estos cantones. Nosotros acompañamos a los laicos en su caminar y a la vez ellos nos acompañan y nos ayudan en nuestro discernimiento vocacional y en nuestra formación como misioneros al servicio del Reino de Dios.


MENSAJEROS DE LA BUENA NUEVA

Por Luís Díaz, cmf.

¿Quiénes son los pobres? Son los olvidados de todos los tiempos, los que forman la inmensa mayoría de nuestros pueblos. Aquellos a los cuales nuestras políticas sociales y económicas, cada vez más, les quitan el derecho a vivir como seres humanos.

En la Escritura nos encontramos con la respuesta de Dios ante la realidad de abandono y marginación a la que están sometidos los pobres. Dios toma partido por ellos haciéndolos sujetos de buenas noticias. Después denuncia cualquier atropello a su dignidad (Cfr. Is. 61,1). Este mismo anuncio formará parte, también, de la vida y misión de Jesús (Cfr. Lc. 14,18).

San Antonio María Claret tomó como suyas estas las palabras del Evangelio y se sintió enviado y ungido por el Espíritu a ser mensajero de la Buena Nueva. Su vida entera la va a entender como un buscar, por todos los medios, la salvación integral de las personas.

Los pobres no quieren de nosotros aquello que nos sobra; nos invitan a compartir lo que a ellos más les interesa: la lucha por la vida. Nuestro anuncio, para que de verdad sea buena noticia, deberá ir acompañado no sólo de palabras, sino, también, de una praxis decidida por la recuperación de su dignidad, de un estar a su lado en la búsqueda de la justicia y, finalmente, de una convencida opción por ellos. De esta manera habremos comprendido las palabras de Jesús: “Lo que hagan con uno de estos pequeños lo hacen conmigo” (Cfr. Mt. 25, 37-45).


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“Veo que nos hallamos en un siglo en que no sólo se adora el becerro de oro, como lo hicieron los hebreos, sino que se da culto tan extremado al oro, que se ha derribado de sus sagrados pedestales a las virtudes más generosas. He visto ser ésta una época en que el egoísmo ha hecho olvidar los deberes más sagrados que el hombre tiene con sus prójimos y hermanos, ya que todos somos imágenes de Dios, hijos de Dios, redimidos con la sangre de Jesucristo y destinados para el cielo”.
(San Antonio Mª Claret, Aut. 358)


“Si uno vive un cristianismo que es muy bueno, pero que no encaja con nuestro tiempo, que no denuncia las injusticias, que no proclama el reino de Dios con valentía, que no rechaza el pecado de los hombres, que consiente, por estar bien con ciertas clases, los pecados de esas clases, no está cumpliendo su deber, está pecando, está traicionando su misión”.
(Monseñor Romero, 21 de agosto de 1977)

01 octubre, 2006

BOLETÍN 3

EL ROSTRO MÁS VULNERABLE

Por Alvin Bellorín Z, cmf.

En una sociedad donde que cada vez se vuelve más difícil acceder a los medios que proporcionan lo básico para poder vivir, es necesario ubicarnos desde una experiencia cristiana que valore la vida y la dignidad humana. Es urgente que reflexionemos qué país y qué sociedad estamos construyendo para que los niños/as salvadoreños/as puedan desarrollarse hacia una vida con dignidad, con oportunidades de educación y salud.

Jesús mismo nos interpela y cuestiona nuestro modo de entender al niño/a. En la sociedad judía de su tiempo, los niños/as no tenían ningún valor y eran considerados nada. Sin embargo, él se acerca a ellos/as, los/as más pequeños/as y despreciados/as, reconociendo su valor como personas humanas e hijos/as de Dios.

En esta realidad de injusticia que vivimos, los/as niños/as son el rostro más vulnerable. Recordemos, por ejemplo, los sufrimientos y estragos que provocó el Stan hace un año. Muchos de ustedes fueron damnificados y testigos, con sus propios ojos, de que las víctimas más sensibles de la catástrofe fueron los niños/as. Ellos/as guardarán en su cuerpo y en su memoria las heridas que provocó la tormenta.

El niño y la niña, en su desarrollo como persona, va buscando darle sentido a su vida y a su historia. De ahí la importancia de que nosotros/as, los/as que de algún modo tenemos parte en la construcción de este país, nos coloquemos frente a los miles de niños/as de la calle, los/as trabajadores/as, los/as niños/as del campo, los/as que venden en los buses, los/as niños/as que son víctimas de la violencia intrafamiliar, los/as niños/as que viven solos/as, sin sentir la mano protectora de sus padres porque se fueron, emigraron, buscando un futuro que aquí no se encuentra… Sería bueno que nos colocáramos frente a estos rostros pequeños y nos preguntáramos: ¿tiene sentido esta sociedad que estamos construyendo?

DEJEN QUE LOS/AS NIÑOS/AS VENGAN A MI
La Fraternidad y Buena Vista son dos comunidades surgidas en Armenia, en el Cantón de Tres Ceibas, como resultado de la conflictiva y dolorosa situación iniciada con el terremoto del 13 de Enero del 2001. Doscientas familias pobres, en su mayoría provenientes de terrenos del ferrocarril y también de diversos cantones del municipio –donde los adobes y los troncos no soportaron la fuerza de la naturaleza–, emprendieron la tarea de construir una casa digna para todos, apoyadas con la generosa iniciativa de los Hermanos Maristas, la Cooperación Italiana y la Cruz Roja Alemana.

Por Oscar Barrera, cmf.

Intentaré compartir con ustedes el trabajo que, junto con mi compañero, Carlos Menjívar, estamos realizando en dos comunidades de Armenia: Buena Vista y La Fraternidad. La intención de nuestro apostolado en estos dos lugares es cultivar y reforzar los valores del Reino en las niños/as y en las familias.

En La Fraternidad ya se viene haciendo un trabajo de acompañamiento desde hace algunos años, a raíz del terremoto. Creemos importante darle continuidad a estos esfuerzos y, en esta oportunidad, ampliar el horizonte en la comunidad de Buena Vista.

Hemos comenzado a visitar las familias para conocer y darnos a conocer. Queremos enterarnos de sus quehaceres y escuchar, para descubrir juntos lo que el Dios de la vida nos quiere decir desde cada problema, enfermedad, necesidad, etc. Además, convocamos y motivamos a los niños/as, intentando despertar en ellos/as la práctica de valores para que aporten algo nuevo y bueno a sus hogares. Nos valemos, para ello, de juegos deportivos, dinámicas y otras actividades.

Al entrar en contacto con la realidad que viven las personas de Buena Vista y Fraternidad, nos hemos dado cuenta de que la promoción social debe ir acompañada por la promoción humana, es decir, que el cultivo de valores, tanto a nivel personal como familiar, tiene que acompañar el proceso de desarrollo y de trabajo comunitario. Esta unión es necesaria para que la convivencia entre las familias esté coloreada de respeto, solidaridad, amistad, alegría, cooperación y otros valores necesarios para la construcción de comunidades nuevas.

Soñamos hacer una comunidad que convoque a aquellas personas que deseen descubrir, a través de la Palabra, lo que el Dios de Jesús -Dios que comparte el sufrimiento humano y desea que todos sus hijos/as tengan vida digna y abundante- quiere decirles en sus vidas. Y queremos que en la vida de cada persona y familia se encarne la Palabra de Dios.

En el Dios de la vida ponemos nuestra confianza para que este terreno humano de La Fraternidad y Buena Vista nos permita sembrar y descubrir los valores del Reino.


LA SEMILLA DEL SABER...

Por Dayanna Monterroza,
Alumna de las Escuelas de Teología Pastoral.

Conocer a Dios desde la teología es de vital importancia para los cristianos/as comprometidos/as en la Iglesia. Por eso, las Escuelas de Teología son una experiencia nueva en la cual se siembra la semilla del saber cristiano. Tal experiencia dará sus frutos en todo lo que emprendamos, ya sea en nuestra vida personal o en el trabajo que como laicos/as realizamos en los diferentes movimientos pastorales de la Iglesia.

En nuestra vida personal esa semilla del saber se refleja en las actitudes que como personas tenemos ante las diversas situaciones. Conocer al DIOS-AMOR revelado en Jesús nos hace actuar desde las convicciones más profundas de nuestro ser. Por eso, en el desempeño pastoral, asumimos la misión de aplicar nuestros conocimientos teológicos y compartirlos con todos/as nuestros/as hermanos/as, con el objetivo de hacer más fuerte nuestra fe y avivar nuestro compromiso social y cristiano


A UN AÑO DE LA TORMENTA STAN
"Un desastre con varias causas y una sola víctima: el pueblo pobre"

Por Luis Carías, cmf.

Hace un año el huracán Stan, de categoría 1, que llegó a nuestro territorio salvadoreño convertido en tormenta tropical, dejó al descubierto la vulnerabilidad de nuestro país y la carencia de políticas públicas que estén dirigidas a eliminar nuestra fragilidad. Según la Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina (La Red) se entiende por vulnerabilidad “la falta de capacidad de una persona o grupo para anticipar, sobrevivir, resistir y recuperarse del impacto de una amenaza natural”. Además, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) agrega que “la vulnerabilidad de un país es producto de la urbanización rápida y no regulada, la degradación del medio ambiente causada por el mal manejo de los recursos naturales, la política pública ineficiente y los rezagos y desaciertos de las inversiones en infraestructura”. Todos estos elementos de ambas definiciones nos hacen pensar inmediatamente en las políticas públicas vigentes de nuestro país. Son, por tanto, factores humanos y no naturales la causa mayor de nuestro desastre.

De todos es sabido que es casi imposible evitar los fenómenos naturales; sin embargo, se puede reducir la vulnerabilidad con medidas concretas, tales como: evitar el deterioro del medio ambiente que ocasiona la deforestación, la quema de las montañas, la costumbre del botar basura en donde sea, la desaparición de los manglares de las zonas costeras, etc.

En contraposición a lo anterior, el concepto de desarrollo (progreso) que manejamos en El Salvador, es el de carreteras, puertos modernos, centros comerciales… ¿Acaso la “moderna” Vía-Express valorada en más de 47 millones de dólares no está contribuyendo a desforestar el principal bosque del área metropolitana? ¿La pérdida de los manglares en donde se construirá el Puerto de Cutuco es recuperable? Hasta pareciera que la Cordillera del Bálsamo nos hablara con sus constantes derrumbes, después de haberla atravesado con nuestra “necesaria” carretera panamericana. Ante esto es bueno recordar las palabras de Monseñor Romero: “¡Qué sacrificios enormes se hacen ante la idolatría del dinero! Todo se comercializa. Todo es lícito ante el dinero” (Homilía 11 de septiembre de 1977). Además, la sobre-valoración de las tierras urbanas de nuestras ciudades en crecimiento hace que la mayoría de la gente pobre viva cada vez más al margen y en evidentes zonas de riesgo. Ante esta situación se hace necesario recordar las frases del olvidado Concilio Vaticano II: “Los responsables de las inversiones deben orientarse a asegurar beneficios suficientes a la población presente y futura” (cfr. GS 70).

Lo lamentable es que cada año los daños sean mayores, y no estamos sólo hablando de infraestructura y riqueza material, estamos hablando de invaluables pérdidas humanas. Es importante que las autoridades y las bases realicemos acciones concretas para contrarrestar esta situación.


NIÑOS DE LA CALLE
En las grises calles de las ciudades
o en áridas tierras de pueblos perdidos,
por doquier deambulan, entre vicio y mugre,
las caritas sucias de ojos dolidos,
de manos vacías, de sueños sombríos
que a sus cortos años pasmados descubren
un mundo egoísta, de ambición y muerte,
que los abandona a su incierta suerte.

Y hay quien los critica porque son rateros,
porque inhalan tinta y son agresivos,
porque a nadie aman, porque son ateos,
porque son escoria ¡niños no queridos!

Qué vergüenza siento que yo forme parte
de una sociedad que nada comparte,
que, inmersa en su mundo de absurdos valores,
olvida esos niños que son baluarte
de un mundo futuro con personas mejores.

Porque nada hacemos para conquistar
el derecho de esos niños que imploran piedad
¡Que si inhalan tinta es para olvidar
que son el oprobio de esta cruel sociedad!
Qué triste que el hambre los queme por dentro,
que sus ojos secos no sepan llorar,
y su voz se pierda, como hoja al viento,
al oído sordo de mi sociedad.

¡Ay! Qué vergüenza siento por no reparar
en que soy culpable ¡por complicidad!

Autor desconocido