27 abril, 2009

BOLETÍN 18

Procesión con una cruz de jiote en Los Planes, La Laguna, Chalatenago.

La Semana Santa en La Laguna, Chalatenango.

Romero-crucis en La Montañona, La Laguna, Chalatenango.


En la vigilia pascual en el Copinolar, Perquín, Morazán.

Kevin con el Padre Rogelio Poncel y jóvenes de Copinolar


SOMOS PUEBLO DE LA PASCUA

Desde la más cercana hasta la más recóndita comunidad cristiana hemos celebrado la Pascua de Jesús. Realmente nos sentimos “el pueblo de la pascua”. Un pueblo caminante que va encontrando en medio de las tristezas y alegrías una razón para seguir posibilitando el Reino de Dios.

Creer en la Resurrección de Jesús es creer en los hermanos y hermanas con quienes hacemos camino. Es sentirnos comprometidos desde la Resurrección de Jesús a crear relaciones más humanas y fraternas. Esto implica también, defender la vida y ser capaz de denunciar todo aquello que se opone a ella. Creer en Jesús Resucitado conlleva comprometernos en un “proyecto en común”, el proyecto del Dios del Reino: “hacer realidad los sueños de Dios para con la humanidad”, el sueño de la justicia, igualdad, fraternidad, la verdad y la esperanza en medio de este mundo sufrido.

Sin embargo, los textos evangélicos de este tiempo de pascua, nos han narrado las experiencias de Jesús Resucitado en medio de los suyos, transformándolos en testigos cualificados de esta “Buena Noticia”. Ellos también quieren ser para nosotros una provocación para vivir como resucitados y de esta manera dar vida a los que conviven con nosotros. Es una buena oportunidad para dejarnos interpelar por la vida del resucitado.

La experiencia pascual que vivieron los discípulos de Jesús fue realmente transformante. Podemos ver en ellos un antes y un después de la Resurrección. Un antes, donde existía inseguridad, miedo, angustia y esperanzas perdidas; y un después, donde la Resurrección de Cristo se transforma en una experiencia vital para la vida de los discípulos. Aquella comunidad que se había dispersado por temor y miedo a correr la misma suerte del Maestro, se ha transformado, gracias a la Resurrección de Jesús, en una comunidad de referencia para encender los corazones de todos los cristianos de hoy.

No es posible conocer a Cristo, sin creer que ha Resucitado de entre los muertos, que está presente en medio de la comunidad y el mundo. No es posible creer en la Resurrección de Cristo, sin ser movido por la fuerza del Resucitado a construir un mundo mejor.

Hoy en día la Resurrección de Cristo se actualiza cuando cada hombre y mujer es capaz de vivir como resucitado en la familia, trabajo, colegio, universidad, colonia, el campo, etc. En medio de esta crisis económica que se vive a nivel mundial y que está repercutiendo en gran medida en El Salvador, somos llamados por el Señor a vivir como resucitados. Nuestra voz no puede acallarse. Hagámonos cómplices en proclamar a viva voz y a un solo coro que ¡CRISTO HA RESUCITADO, ALELUYA!

Ángel García, cmf


SIGNOS DE FE EN EL CRISTO RESUCITADO

Una nota de nuestra relación filial con el Padre es la alegría cristiana. Las riquezas cristianas que poseen aquellas personas que conocen al Padre las obligan a estar alegres y manifestar su esperanza.

Es esta alegría la que me ha colmado en esta Semana Santa al compartir con el pueblo de Copinolar, municipio de Perquín, departamento de Morazán. Sin duda, este pueblo está invadido de una alegría soterraña. Y no podría ser de otro modo, puesto que ha vivido como pueblo crucificado, sufriendo el horror de la guerra, la injusticia y el destierro. No obstante, se ha convertido en escuela de misericordia y en signo de esperanza.

¿De qué otra manera describir la experiencia de escuchar a hombres y mujeres protagonistas de una historia, en medio de una realidad de opresión y sangre martirial? La presencia concreta del Dios de la vida y la misericordia habla por sí misma en este pueblo. Para doña Toña es imposible contener la alegría en la procesión del Sábado Santo, cargando las fotos de su esposo e hijo asesinados en los años ochenta y llena de confianza con los cambios que espera en esta tierra salvadoreña. Más, con cierta timidez, preguntaba doña Toña si los suyos estarán entre esos pobres herederos del Reino de los que habla Jesús.

Ellos también son parte de esta alegría de la Pascua de Resurrección, al hacer eco de la voz profética de Monseñor Romero, proclamando el servicio a la vida contra la complicidad de la muerte. En ellos también cobran vitalidad las palabras del poeta Roberto Armijo:

“El pueblo recompensará tu esfuerzo
Para medir jubiloso el tiempo de la esperanza

Tú estarás vivo
Aunque tus labios sangren en la tierra
Tú tienes tus cantos profundos como el porvenir”

Y las razones para tales cantos profundos son auténticas. Así lo expresaba don Juan Bautista Márquez, quien hace unos días cantaba para el Tribunal de Justicia Restaurativa en la capilla Monseñor Romero, y con quien pude compartir momentos invaluables. Don Juan, su familia, y en definitiva su comunidad son signos vivos y vivientes de la conciencia histórica del pueblo de Dios que lucha por transcender una realidad de resignación y fatalismo es búsqueda de un horizonte más humano. Es también el ímpetu con que la juventud de Copinolar me hizo comprender que el ánimo de sus luchas de cada día, su pobreza y su compromiso social son signos de fe y testimonio de Cristo Resucitado.

Kevin Armijo, cmf


LOS POBRES NOS LIBERAN

Conciente que La Pascua es la fiesta principal de los cristianos, me atrevo a decir que la experiencia de Semana Santa, en gran parte de nuestros pueblos, es también una semana muy rica en expresión religiosa, plástica, afectiva y de convivencia. En estos días el pueblo creyente se desborda a expresar todo lo que configura su ser, su vida, sus interrogantes más profundos y todo aquello que también da esperanza en este caminar.

Generalmente, cuando decimos que vamos de misión a tal lugar en Semana Santa nos preparamos, llevamos muchos temas para formar al pueblo; pero es posible que suceda lo contrario, que lo que llevamos, por muy bueno que sea, no entra en los dinamismos de los pueblos donde llegamos y simplemente habrá que dejar todo lo preparado para dar espacio a la creatividad y dejar que el pueblo con sus tradiciones de siempre pueda expresar lo que le conecta con todo aquello que le suscita esperanza, esperanza que no está basada en ningún poder de este mundo, sino en el Jesús crucificado, que sabe de sufrimiento humano, de persecuciones. Un Hombre que vivió confiado en el Dios del Reino, esperando su irrupción en esta historia muchas veces contradictoria.

Las cruces de jiote, las procesiones con nazarenos y madres dolorosas, caminatas y penitencias, los rezos de los viejos y el sol incandescente, la naturaleza que parece estar aliada y grita toda quemada con dolores, pariendo la Pascua de Cristo, la pascua global... Todo eso nos dice que la Semana Santa en el norte de Chalatenango, es contemplar las realidades de crucifixión: en la naturaleza (el gran incendio en La Montañona en días antes), en las comunidades, en las familias, en la juventud, etc.

Asimismo, es semana para experimentar la solidaridad entre los pobres que comparten y lo dan todo; es rezar con los viejos, manteniendo la esperanza; y con los jóvenes, soñando un mundo mejor, talvez en otro lugar. En la Semana Santa de La Laguna converge todo: lo antiguo y lo nuevo, la magia y lo real, el campo y la ciudad, lo rural y lo urbano, lo indio y lo mestizo, lo nacional y lo extranjero. Es caminar por las calles empedradas detrás de un viejo Cristo hecho de madera y reunirnos todos como Iglesia que peregrina, subiendo La Montañona y junto a Romero cargando las esperanzas y utopías de un pueblo que quiere ser libre.

Y llegamos con nuestras mochilas cargadas, creyendo que evangelizamos al pueblo, pero es él quien nos da lecciones de cristianismo, de esperanza y resistencia, y nos señala la aurora que anuncia el nuevo día de la Resurrección. Y ahora ¿qué nos queda? Dejarnos liberar por los pobres, aprender de su esperanza, ser testigos de sus luchas y anunciadores de la salvación que por ellos nos viene.

Alvin Bellorin, cmf


AL BUEN PASTOR GERARDI, MÁRTIR DE LA MEMORIA


Venías del Quiché, del Quiché mártir;
de la tierra arrasada;
de los muchos exilios de tu Pueblo;
de una larga agonía de silencios y esperas;
de unos altos volcanes, contenidos
de indignación profética....

Querías "construir un país otro",
soñabas una nueva Verapaz.
"La construcción del Reino tiene riesgos",
lo sabías muy bien, pero vivías
los derechos humanos como sueños divinos;
con tu sed de justicia verdadera;
en tu opción por las víctimas, que son también los pobres.

Venías libre y fuerte, curtido en Evangelio,
vestido de una chumpa popular,
con buen humor chapín,
Juanito, monseñor, sabio y correcto
como un patriarca maya.

Levantaste tu voz en el Congreso,
en los foros del mundo,
y el informe del REMHI y de la ODHA
recogían, por fin, la voz callada,
la verdad de la Historia.
Vigía de la noche y de la aurora,
pastor de un Pueblo insomne,
la paz necesitaba la firma de tu sangre
y la diste, total, limpia y hermosa
como un cáliz de Pascua.

Quebrantaron tus ojos, porque vieron
la masacre de un Pueblo;
la concha de tu oído que acogió su clamor interminable;
tu boca profetisa que le ha devuelto el canto...
Pero en tu rostro, roto por el odio,
como en un colectivo lienzo de la Verónica,
han reaparecido todos los rostros muertos,
vivientes para siempre!
Las columnas matrices de nuestra catedral
han puesto al sol de Dios y de la Historia
los nombres que ha marcado la sangre del Cordero.
Y el 26 de Abril se ha vuelto fecha-hito,
aleluya pascual de marimba y claveles,
kairós de libertad en la Iglesia y la Patria.
La piedra que trizó tu cuerpo ungido
te hizo piedra angular de la memoria viva.

Vamos a hacer verdad de la memoria
y "esa verdad será que no hay olvido".
Habrá perdón, pero no habrá olvido.
Juramos: "Guatemala: ¡Nunca más!"
Nunca más dictaduras ni masacres,
ni miedos suicidas, ni cómplices silencios.
¡Siempre más Guatemala, libre, india, fraterna!
Y granará el maíz de la justicia maya,
florecerá la paz en las orquídeas
-blancas de luz, moradas de memoria-,
y el vuelo del quetzal bordará la utopía.
Tu muerte, buen pastor, no ha sido en vano.
Guiados por tu ejemplo, nosotros seguiremos
forjando la verdad y la justicia,
dando la voz al canto enmudecido,
dando esperanza al Pueblo caminante,
dando la vida al Reino de los pobres.
La sombras del poder y la mentira
pretenden empañar, inutilmente,
la gracia de tu gloria.
¡Ya estás en plena Luz, en vera Paz,
y eres la Iglesia viva, la nueva Guatemala!

¡Nadie nos borrará de la memoria
tu memoria, Gerardi,
mártir de la Memoria !

Pedro Casaldáliga